Algo que valoraba mucho la filósofa Hannah Arendt en W.H. Auden es que para el poeta “lo principal era no abrigar ilusiones engañosas, y no aceptar ideas –sistemas teóricos— que pudieran cegarnos ante la realidad”.[1]
En enero de 1901, Franz Kafka envió una nota de pésame a su amigo Paul Kisch, quien había sufrido la pérdida de un familiar cercano. El escritor le intima a “mantener despejada la mirada”, aunque sabe que no le va a resultar nada fácil hacerlo en esas circunstancias, pero le insiste: “Tienes que intentarlo”.
Mantener la mirada despejada para afrontar el dolor, aconseja Kafka, y Auden: no aceptar ideas que puedan cegarnos ante la realidad. Este imperativo de lucidez yo lo situaría cerca de otras dos recomendaciones básicas: la compasión (o amor caritativo si se quiere, sobre el que tanto han insistido budismo y cristianismo) y la conciencia de interconexión radical entre todos los fenómenos (como nos enseñó Arne Naess por ejemplo).
[1] Hannah Arendt, “Remembering W.H. Auden” (1975), reimpreso en The New Yorker, https://www.newyorker.com/magazine/1975/01/20/remembering-wystan-h-auden-who-died-in-the-night-of-the-twenty-eighth-of-september-1973