Un individuo solo que se proponga hacer algo para “el mejoramiento del mundo” es un cretino. En su mayor parte, los que trabajan públicamente para la “mejora del mundo” acaban en la cárcel por estafa. Además, al final el mundo consigue integrar casi siempre a los herejes. (…) No hay duda de que [el papa] Juan XXIII contribuyó a un mejoramiento del mundo. Pero si alguien le hubiese preguntado “perdone, ¿usted contribuye a la mejora del mundo?”, se habría reído del entrevistador, o a lo mejor la habría mandado al diablo; y seguramente después habría dicho para sí, sonriendo: “hago lo que puedo”.
En realidad, el mundo no mejora nunca. La idea de la mejora del mundo es una de esas ideas-coartada con las que se consuelan las conciencias infelices o las conciencias obtusas (incluyendo en esta clasificación también a los comunistas cuando hablan de “esperanza”). Así pues, una de las maneras de ser útil al mundo es decir clara y rotundamente que el mundo no mejorará nunca, y que sus mejorías son metahistóricas: se producen en el momento en que alguien afirma una cosa real o cumple un acto de valentía intelectual o cívica. Sólo la suma (imposible) de esas palabras y esos actos produciría una mejora concreta del mundo.
(…) El mundo, por el contrario, lo que sí puede hacer es empeorar. Por eso es por lo que hay que luchar continuamente; y luchar, además, por un objetivo mínimo, es decir, por la defensa de los derechos civiles (cuando se hayan obtenido a través de anteriores luchas). Los derechos civiles están constantemente amenazados, constantemente en peligro de ser suprimidos. Es necesario, pues, luchar para crear nuevos modelos de sociedad, en los que el programa mínimo de los derechos civiles esté garantizado. Por ejemplo, una sociedad auténticamente socialista.[1]
Pier Paolo Pasolini (1922-1975)
[1] Pier Paolo Pasolini en “Casi un testamento” (encuentros con el periodista Peter Dragazde), en Pasolini, Palabra de corsario, Círculo de Bellas Artes, Madrid 2005, p. 319-320.