La gran mayoría de mis contemporáneos sigue considerando progreso lo que es poco más que destrucción (nos sentimos cómodos aserrando la rama sobre la que estamos sentados, nos arrellanamos satisfechos antes de la caída). Pero “el progreso es un ascensor sin mecanismo de bajada, del todo autónomo y ciego, del que no sabemos salir, ni conocemos dónde irá a parar” (Serge Moscovici)… Y hoy, además, prevemos que la sujeción del ascensor está a punto de romperse, y no sabemos si habrá mecanismos de seguridad que logren evitar in extremis una catastrófica caída libre.
(Dos buenos ensayos sobre la mencionada cuestión: de Ronald Wright, Breve historia del progreso; de John Gray, El silencio de los animales.)