Si el problema no son las vacunas, sino el control tecnológico y la segregación social, ¿no podríamos dejar eso claro desde el principio? Es lo primero que viene a la mente cuando uno lee el ensayo de Paul Kingsnorth sobre su “momento vacunal”, que está generando considerable debate en el movimiento ecologista británico.[1]
Pero no hemos visto a la ultraderecha europea organizar grandes manifestaciones contra el Metaverso de Zuckerberg: parece que lo que les preocupa sí que son las vacunas.
Me quedo más bien con George Monbiot: “La desinformación sobre asuntos de salud pública mata a seres humanos. Es lo que sucedió cuando las empresas tabacaleras negaron o minimizaron los peligros de fumar. Es lo que está sucediendo hoy, cuando personas no vacunadas luchan por respirar en las UCI (unidades de cuidados intensivos). Las medidas sobre control de enfermedades son cuestiones de elección política y es totalmente legítimo debatirlas. Podemos discutir cuál es la mejor manera de equilibrar la ausencia de la enfermedad con la ausencia de las interrupciones y restricciones que se utilizan para contenerla. Pero debemos hacerlo sin difundir información errónea. Las afirmaciones falsas, que van desde ‘el virus es un engaño’ hasta ‘las vacunas no han sido probadas’ o ‘las vacunas son más peligrosas que la enfermedad’, resultan letales. Quienes las propagan contribuyen a la muerte de otros. Por supuesto, discutamos sobre la mejor manera de lidiar con este virus difícil y peligroso, cuyas mutaciones y patrones de transmisión presentan constantemente nuevos desafíos. Discutamos sobre el equilibrio de los daños. Pero hagámoslo sobre la base de la mejor evidencia posible”.[2]
***
“En caso de que alguien todavía piense que el ensayo sobre la covid-19 de Paul Kingsnorth está peleando la buena batalla, aquí lo tienen en las respuestas ‘preguntándose ociosamente’ si los cinco millones de muertes y el vasto sufrimiento causado por la pandemia no son sólo una ‘pequeña señal deliciosa de Dios’.”[3] Estomagante y muy decepcionante, en alguien a quien uno ha admirado tanto como a Kingsnorth. No escribe sobre estas advertencias de Dios con ninguna ironía: se ha convertido a la Iglesia Ortodoxa Rumana.[4]
[1] Paul Kingsnorth, “The vaccine moment”, 24 de noviembre de 2021; https://paulkingsnorth.substack.com/p/the-vaccine-moment-part-one
[2] https://twitter.com/GeorgeMonbiot/status/1464123286795730944
[3] https://twitter.com/JulianHoffman/status/1464144571164680200 . El texto de Kingsnorth reza así: “I’ve been idly wondering whether this virus is not a delicious little sign from God. It seems that when we need punishing –or correcting– He doesn’t need to strike us down with lightning: just offer up a little virus that will expose the hollowness of progress”.
[4] Véase Cameron Hilditch, “Paul Kingsnorth meets Jesus Christ”, National Review, 14 de mayo de 2021; https://www.nationalreview.com/corner/paul-kingsnorth-meets-jesus-christ/ . El propio Kingsnorth narra su conversión en este artículo: “The Cross and the Machine”, junio de 2021; https://www.firstthings.com/article/2021/06/the-cross-and-the-machine . Ahí leemos: “I am not a joiner, but I accepted, eventually, that I would need a church. I went looking, and I found one, as usual, in the last place I expected. This January, on the feast of Theophany, I was baptized in the freezing waters of the River Shannon, on a day of frost and sun, into the Romanian Orthodox Church. In Orthodoxy I had found the answers I had sought, in the one place I never thought to look. I found a Christianity that had retained its ancient heart—a faith with living saints and a central ritual of deep and inexplicable power. I found a faith that, unlike the one I had seen as a boy, was not a dusty moral template but a mystical path, an ancient and rooted thing, pointing to a world in which the divine is not absent but everywhere present, moving in the mountains and the waters. The story I had heard a thousand times turned out to be a story I had never heard at all”.