el nacimiento del fascismo

RENFE ha repuesto un tren barato y calmoso que tarda nueve horas en recorrer el trayecto desde Barcelona hasta Madrid. En Zaragoza suben tres parejas de gente del campo –“la ciudad no es para mí”, la capital aragonesa ya les resulta un lugar demasiado grande, confuso y rápido– que no dejan de conversar hasta que se bajan del tren en Calatayud. El que lleva la voz cantante critica intensamente a las elites políticas y económicas. “Antes ahorraba uno dos años y se compraba un piso; ahora lo está pagando treinta o cincuenta años, ¡y eso si no te lo quitan antes y se lo queda el banco y aún tienes la deuda!”. Contrapone los suicidios de los sometidos a deshaucio con los dobles y triples sueldos de los políticos ladrones y corruptos… Está excluido que tales desaguisados los puedan arreglar “los comunistas”, ya que “cuanto más pobres son, más ganas de robar tienen”. Los comunistas, ahora, se dedican a organizar EREs para despedir a honrados trabajadores, y a convocar huelgas generales “que hunden a España” y a las que no van ni ellos mismos. Y la frase clave de este campesino aragonés, de sesenta años de edad (la especifica al tratar con gran cabreo la cuestión de las jubilaciones), con la que remata su impactante episodio de sociología empírica: “¡Ojalá resucitase Franco!”

Grecia ya tiene un partido nazi que está realizando un ascenso vertiginoso. Los escuadristas se dedican a asesinar a los extranjeros, apalear a los militantes de izquierda, intimidar a los intelectuales –como en la Italia de los años veinte, como en la Alemania de los años treinta. Yorgos Mitralias cuenta que El nacimiento del fascismo, clásico estudio del dirigente comunista italiano Angelo Tasca (que publicó en España la editorial Crítica), es el libro de cabecera de los camaradas de Alba Dorada –y parece que van reproduciendo minuciosamente, y de momento con gran éxito, las tácticas mussolinianas de toma del poder.

Se diría que también España va estando, otra vez, madura para el fascismo. Mi involuntario informante baja del tren en Calatayud, con sus cinco acompañantes. Yo sigo viaje hacia Madrid. Desde entonces, hace cinco días, no dejo de repetirme: tendríamos que haber empezado ya a construir un potente movimiento antifascista europeo, y cada día que pasa nos acerca más al “demasiado tarde”.