“No es lo mismo el paramecio que el bonobo”, enfatiza el profesor José Luis Velázquez. Es verdad, se dan muchas diferencias entre estos dos animales. Pero son iguales en un aspecto muy básico: son vidas que quieren vivir, en medio de otras vidas que quieren vivir (por emplear la fórmula de Albert Schweitzer, un pensador a quien Velázquez desestima por “teológico”). Y cada ser vivo tiene sus capacidades, potencialidades y vulnerabilidades específicas, que prefiguran posibilidades específicas de vida buena (también para el paramecio, también para el bonobo). Reconocer lo anterior no nos conduce a un tipo de igualitarismo biosférico que desconozca diferencias relevantes entre diferentes tipos de seres.
Es verdad que Schweitzer, cuyo estilo filosófico hoy nos queda muy lejos, requiere un buen cepillado a redropelo (léase: depuración y cribado analítico). Pero su impresionante salto fuera del antropocentrismo ¡en el segundo decenio del siglo XX, hace ya un siglo! encierra un tesoro ético que seguimos necesitando hoy.