Resulta bastante razonable pensar que, en muchos países occidentales, en los años sesenta y setenta del siglo XX estaba dándose un contradictorio y complejo proceso de aprendizaje sobre los límites biofísicos del planeta (recordemos 1972: informe al Club de Roma Los límites del crecimiento, y primera conferencia de NN.UU. sobre medio ambiente y desarrollo, celebrada en Estocolmo): pero este proceso se quiebra –fatídicamente— hacia 1980.
Hacia esa fecha la demanda conjunta de la humanidad supera la biocapacidad del planeta, la corriente política neoliberal/ neoconservadora entra con fuerza en escena, y el valor de los activos financieros comienza a despegarse del valor del PIB mundial, a resultas de la creciente desregulación de los movimientos de capital, y liberalización de las actividades financieras. De forma significativa, 1980 es la fecha de publicación del informe Global 2000 encargado por el presidente estadounidense Carter. Esta obra representa en cierta forma el cenit –y también el canto del cisne— de aquel contradictorio proceso de concientización mundial sobre los límites del crecimiento que, como decía, se aprecia en los años sesenta y setenta: lo que hizo con Global 2000 Ronald Reagan, el presidente entrante, fue tirarlo a la papelera. Inauguraba con ello la “Era de la Denegación” neoliberal-neoconservadora, que nos ha llevado hasta la peliaguda situación donde hoy nos hallamos… En 1987, el año del centenario del gran ecólogo Aldo Leopold, uno de los estadounidenses que mejor obró para desarrollar una conciencia de protección de la naturaleza en el siglo XX, el juicio que podía emitirse sobre lo que estaba haciendo el gobierno de Ronald Reagan era éste:
“El nivel de conocimiento medioambiental del gobierno de Reagan pertenece a una época anterior, cuando la nación creía que no había límites: este país y el mundo podrían albergar y dar alimento a cualquier número de seres humanos, los suelos durarían para siempre, las aguas fluirían incontaminadas y serían siempre abundantes, y siempre quedaría un bosque virgen detrás de la siguiente montaña, listo para ser talado. El presidente Reagan supone un retroceso de un siglo en la historia de EEUU, cuando la explotación era moneda corriente. Bajo su mando se están sacrificando la calidad de los suelos, las aguas, el aire, los bosques, los parques naturales y refugios de la vida silvestre, las praderas, la fauna, las plantas y el clima, todo lo que tendría que ser gestionado y mantenido para que fuese posible lo que Aldo Leopold llamaba una civilización durable [an enduring civilization]”.[1]
Después de retroceder un siglo con Reagan y Thatcher, hemos seguido retrocediendo –no sólo en sus países sino en el mundo entero. El capitalismo neoliberal ha sido un destino fatal para la humanidad que habita el tercer planeta del sistema solar, el planeta Tierra.
[1] Huey D. Johnson, “Aldo Leopold and the real world”, en Thomas Tanner (ed.), Aldo Leopold: The Man and His Legacy, Soil and Water Conservation Society, Ankeny (Iowa) 1995, p. 132.