«(…) Los ecologistas y conservacionistas son tan vulnerables a estas tendencias literalistas como el resto, y muchos de ellos se han convencido a sí mismos de que, para ser tomados en serio por quienes tienen el poder de salvar o condenar, deben emplear el mismo lenguaje. Pero ha sido una apuesta fáustica. Argumenta que un bosque debería ser protegido por su valor económico como «sumidero de carbono», y no tendrás nada que decir cuando bajo él descubran oro o petróleo mucho más valiosos.
Utilizar el lenguaje de la cultura dominante, la cultura del imperio humano que cuantifica todo lo que ve y exige un rendimiento, no es un truco ingenioso sino una trampa ingeniosa. Deja de mencionar ese sentido sagrado de la naturaleza –réstale importancia, hazle a menos, ríete nerviosamente cuando sea mencionado– y estarás perdido, y también lo estará el mundo que te ha movido a querer salvarlo por razones que nunca serás capaz de explicar del todo…»
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El texto completo en el blog de Sara Plaza y Eduardo Civallero, traducido por ellos: http://civalleroyplaza.blogspot.com.es/2014/08/en-el-salon-negro.html