¿en el siglo XXI -socialismo no ecológico? ¿o ecología política no socialista?

«No soy ecosocialista», dice José Luis Centella antes del decimonoveno congreso del PCE, en la entrevista concedida a Orencio Osuna…

http://www.nuevatribuna.es/articulo/espana/nos-queda-corta-constitucion-y-derecha-viene-grande/20131112132456098193.HTML

Pero, en el siglo XXI, ¿se puede hablar de socialismo o de comunismo sin poner la cuestión ecológico-social muy en primer plano?

Y por otra parte: la cuestión no consiste en definirse verbalmente como ecosocialista… Otras personas y otras formaciones políticas quizá lo hagan, y sin embargo los acentos, las prioridades prácticas, los esfuerzos sustantivos se enderezan a otras metas. En las diversas familias de la izquierda, de hecho, la ecología –más allá de la retórica– no parece importar a casi nadie, lo cual no denota sólo insensibilidad o miopía: también una lastimosa incapacidad para el análisis.

Y mirando hacia otro lugar –pensando por ejemplo en las compañeras y compañeros de EQUO–: si la ecología política no se torna francamente anticapitalista, está de antemano condenada a la frustración y la inoperancia… Claro que una consideración racional de las cosas, en la devastada España que ha dejado tras de sí la burbuja inmobiliaria, exigiría –por ejemplo– centrar los esfuerzos en la rehabilitación energética de los edificios ya existentes. Pero eso choca contra la ley del valor y contra el poder estructural del capital: y así lo que este querría es ¡derribar los edificios sobrantes para recuperar los precios altos! (Como se ha hecho en Irlanda y en EEUU, y como se propone para España…)

Escribe Javier Cercas un artículo titulado «No al cataclismo» (El País Semanal, 10 de noviembre de 2013), nos explica, «para que, dentro de veinte o treinta años, cuando mi hijo me pregunte por qué no paramos un desastre que aún están pagando él y sus hijos, yo al menos pueda enseñarle este artículo». El cataclismo al que se refiere es la secesión de Cataluña. Pero, aceptando que esa lamentable eventualidad sea de veras un cataclismo, lo que hoy sabemos –no por pálpitos sino por ciencia «dura», en la medida en que existe ese tipo de dureza– es que está en marcha un cataclismo un millón de veces peor: frente al calentamiento climático rápido y descontrolado, la secesión de una pequeña región europea sería «una fiesta de cumpleaños», por emplear la colorida imagen de nuestro campeón en las evaluaciones mundiales de peores ministros de educación y cultura, el señor Wert.

Somos los primeros Homo sapiens que, con cada inhalación, hacen pasar por sus pulmones cuatrocientas partes por millón de dióxido de carbono, y eso constituye una situación ominosa. Es el preludio de un ecocidio entrelazado con un genocidio, una clase de cataclismo que dejará chiquitos los trances más difíciles que, en sus aproximadamente 150.000 años de existencia, ha conocido nuestra especie –¡incluyendo trances tan terribles como las dos guerras mundiales, el nazismo o el estalinismo! Pero la inmensa mayoría de la población prefiere mirar hacia otro lado –y también las fuerzas de la izquierda…