En una democracia, el poder entraña responsabilidad. El inaudito nivel de irresponsabilidad donde se mueven las elites de mi país certifica cuánto nos hemos alejado de la democracia.
Un comentario atinado de Josep Ramoneda en http://elpais.com/elpais/2012/12/01/opinion/1354382066_043972.html
Retengo su evocación de los fucoltianos principios de Rosa Luxemburg y de Solyenitsin:
«¿La corrupción se ha extendido por el sistema más que nunca o el nuevo régimen de verdad que opera en nuestras sociedades es más descarado, la hace más visible? Antes el discurso que acompañaba la política ocultaba la corrupción y ahora no alcanza a esconderla, ¿por qué ha aumentado o por qué ha triunfado el cinismo? Probablemente se combinan las dos cosas: la ausencia de proyectos políticos más allá del horizonte económico reduce las motivaciones de los que se dedican a la cosa pública y desmoviliza a los ciudadanos. De ahí la sensación de mediocridad creciente de los gobernantes. Pero, al mismo tiempo, un régimen de verdad basado estrictamente en el dinero hace más visible la cruda realidad del sistema de intereses. Michel Foucault lo llamaba el principio de Rosa Luxemburgo: la incompatibilidad entre “la evidencia adquirida de lo que pasa realmente, evidencia adquirida por todos, y el ejercicio de la gobernabilidad por unos pocos”. Luxemburgo había dicho: “Si todo el mundo supiera, el régimen capitalista no duraría 24 horas”. Todo el mundo sabe. Y el capitalismo no se ve amenazado. Quizá la explicación esté en lo que Michel Foucault llama el principio de Solzhenitsyn o del terror: “La gobernabilidad en estado desnudo, en estado cínico, en estado obsceno. En el terror, es la verdad, y no la mentira, lo que inmoviliza”. Lo vemos en el miedo ante la crisis que paraliza a la sociedad. La democracia es incompatible con este sistema de gobernabilidad. El capitalismo no está en peligro; la democracia, sí.»