¡es la existencia del otro, estúpido!

 

La cultura dominante apenas conoce más valores que la satisfacción del individuo-consumidor, y el rendimiento del individuo-empresario de sí mismo (ambos individuos coinciden). “No se deje explotar –explótese usted mismo”, reza el cartel de un empobrecido hombre-anuncio en un dibujo de El Roto, que se diría acertada síntesis de las tesis del germanizado filósofo coreano Byung-Chul Han. La patología de esta cultura, entregada a tales imperativos de satisfacción y rendimiento, hay que entenderla en términos de narcisismo y depresión (afecciones que hoy tienden a volverse epidémicas). Pero eso nos incapacita para dimensiones básicas de la existencia humana: la política democrática, la moral igualitaria, la ética del cuidado, el amor (el amor en sus esenciales variantes: eros, filía, ágape). Pues todas estas dimensiones básicas comienzan con el reconocimiento de la existencia del otro.