El midi normativo que Albert Camus encontraba en Provenza o en Grecia, o la condición humana neolítica tal y como la esbozan Santiago Alba Rico y Carlos Fernández Liria, son algo muy semejante al sabio humanismo mediterráneo de Don Quijote. Kenneth Rexroth lo interpreta así:
“Don Quijote aprende ‘por la vía difícil’ –como dicen algunos— que el Sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el Sábado. Ésta es una enseñanza que la mitad de la cultura española se ha negado violenta y constantemente a aceptar: una visión de esplendores verdaderos que sobrepasan todos los imaginados, y que sólo está al alcance de la nobleza de un loco, el loco más noble de la literatura.
¡Cuán urbano es todo esto!, a pesar de que las aventuras de Don Quijote tienen lugar entre campesinos y castillos, entre miseria y esplendor. La inteligencia que opera sobre este material es la inteligencia de un ciudadano que no habita un pueblo miserable; habita antes bien esa república mediterránea universal que se remonta hasta la Jericó de la Edad de Piedra con sus calles de arena, sus buenas acequias, sus casas de adobe rodeadas de jardines, sus foros donde hombres y mujeres iban a escuchar y a charlar acerca de cada una de las novedades, su vida de decencia y orden.”