“esta civilización se ha acabado, y todo el mundo lo sabe”, decía mckenzie wark

 

“esta civilización se ha acabado, y todo el mundo lo sabe”, decía McKenzie Wark

 

En la Sala de Conferencias de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, una destacada profesora de filosofía disertaba sobre una cuestión importante: las identidades colectivas de los grupos humanos (y, secundariamente, también sobre identidades personales). Recorrió algunos filosofemas dignos de atención: entre otros, la sugerencia de Marshall McLuhan según la cual todas las formas de violencia son búsquedas de identidad; los dos mecanismos básicos de hacer frente al otro evitando la alteridad, según Zygmunt Bauman (a saber: el mecanismo fágico –comernos al otro- y el mecanismo émico –vomitar y expulsar al otro-); la tesis de las “identidades asesinas” de Amin Maalouf; la contraposición entre políticas de redistribución y políticas de reconocimiento según Nancy Fraser; la exploración de la hospitalidad por Jacques Derrida; la defensa del “derecho a la opacidad” que realiza Édouard Glissant… La conferenciante concluyó expresando su deseo utópico de “pertenecer a una comunidad para la cual no haga falta ningún requisito, salvo quizá participar en la aventura humana”.

 

Siguió un animado coloquio, al final del cual yo pregunté: bueno, quizá la cuestión de las identidades se plantea de manera algo diferente en esta nuestra era del Antropoceno, cuando todo se encamina hacia un colapso civilizatorio y no está asegurada ni siquiera la supervivencia biológica de la especie. Y han sido “ecologistas profundos” como Arne Naess quienes han replanteado de forma interesante este asunto, proponiendo una “expansión del yo” que permita incorporar mucha alteridad dentro de la propia identidad…

 

La respuesta de la filósofa me dejó bastante patidifuso. Vino a decir: sí, sin duda el mundo avanza rápidamente hacia un colapso catastrófico, ¿quién no se ha enterado? Pero pasemos al siguiente asunto, y vayamos enseguida a disfrutar de nuestra buena comida…

 

Me quedé bastante atónito, como decía. En este intercambio se evidenciaba una vez más cómo no nos creemos lo que sabemos. Una inmensa cantidad de conocimiento formulado desde un montón de disciplinas, y también transdisciplinarmente, nos advierte de inminentes catástrofes ecológico-sociales; pero hacemos una leve inclinación de cabeza, bromeamos con displicencia, y seguimos adelante con nuestra vida como si lo que sabemos cierto no fuese cierto.

 

“Sí, la catástrofe ecológica es inevitable, qué lástima –pasemos al siguiente punto del orden del día”. Así funcionan las personas, así funcionan las instituciones, así estamos funcionando.

 

Se podría pensar que a mucha gente le falta información, que en realidad no sabemos tanto, pero creo que no es el caso. Me parece que muchísima gente es consciente (quizá de forma infraconsciente, pero con un conocimiento que puede elevarse fácilmente a la consciencia) y que precisamente gracias a eso florece el difuso clima de distopía apocalíptica que recogen tantas películas, novelas, series televisivas… Pero no nos creemos lo que sabemos, y nos entregamos al mesianismo tecnoutópico de Silicon Valley, en fuga hacia adelante.

 

Ése es uno de los sistemas de creencias erróneos que a mi entender explican ese no creernos lo que sabemos: la tecnolatría (cabe llamar así a creer que nuestra técnica omnipotente nos transformará en dioses extraterrestres, sorteando las limitaciones que imponen las leyes de la física y la biología). La otra noción errónea que explica tan paradójica situación es el creer que los efectos peores de la crisis ecológico-social no se manifestarán sino bastante más adelante (“esto no lo viviré yo, sino mis pobres nietos”).

 

Y, en el trasfondo, el abismal nihilismo de la cultura dominante.

 

Esta civilización se ha acabado, y todo el mundo lo sabe –como sugiere McKenzie Wark-[1]; pero, al mismo tiempo, no nos creemos lo que sabemos.

 

 

 

a lo anterior ha de sumarse el gallardo rechazo revolucionario (aquí, por ejemplo, los trabajadores portuarios de CNT Barcelona) a la “mierda reaccionaria” que es el principio de realidad

 

Hay que aceptar el principio de realidad fue la principal crítica de Xavier Domènech al proyecto de república [catalana] ayer en el debate. Por favor, trabajadoras, no interioricéis esa mierda reaccionaria.”[2]

 

 

[1] Esa cita es uno de los lemas bajo los que se sitúa la estupenda exposición “Después del fin del mundo” (comisariada por José Luis de Vicente), CCCB, Barcelona, 25 octubre 2017 a 29 abril 2018; http://www.cccb.org/es/exposiciones/ficha/despues-del-fin-del-mundo/224747

[2] Esto es un tuit del 19 de diciembre de 2017: https://twitter.com/PortuariosCNT/status/943093918060736512?s=09