A la puerta del bar sevillano en cuyo interior desayuno este jueves 1 de diciembre, estufas eléctricas de 2.100 watios encendidas al aire libre, para que la gente se anime a sentarse en la terracita… Son estos los días de la impotencia internacional frente al calentamiento climático exhibida en Durban, Suráfrica.
«Impotencia», de hecho, no es la palabra adecuada. No es que no se pueda actuar, o que no se sepa cómo hacerlo –es que no se quiere. Intereses creados (en la búsqueda de poder y beneficio económico), indiferencia ante el dolor del otro y nihilismo: tal es el cóctel letal que alimenta la deriva negacionista (en sentido amplio: denegación de los límites biofísicos contra los que estamos chocando) donde sigue presa la mayoría social… Y mientras tanto, nos seguimos acercando al punto sin retorno.