Ética e infinito, titula Emmanuel Levinas uno de sus libros (conversaciones con Philippe Nemo). Resulta adecuado acercar así ética e infinito –más allá de todo cálculo, de toda utilidad y de todo contrato. Si somos capaces de responder con generosidad y amparo al rostro de un solo extranjero –uno o una que no pertenezca a mi tribu-,[1] así entonces con todos los demás (humanos y no humanos).
¿Una ética ecológica biocéntrica basada en Levinas y en Simone Weil? Se reirán de nosotros, pero intuyo que por ahí es por donde hemos de avanzar… Se nos reprochará misticismo ético, pedir imposibles, ser incapaces de aceptar la realidad del toma y daca universal, pero habrá que contestar: no. No, pues sería la sola opción para evitar el ecocidio y el genocidio que estamos gestando.
Lo imposible como una dimensión de lo real.
[1] Lo tribal… Según el antropólogo Robin Dunbar, lo que limita el tamaño del grupo humano primario a un máximo de unos 150 integrantes es la capacidad de sus miembros de gestionar y manipular con eficacia información sobre el resto y sus relaciones sociales. Sostiene que existen cinco capacidades cognitivas cuya finitud limita el tamaño del grupo: “la capacidad de interpretar información visual para reconocer a otros, la memoria para las caras, la capacidad de recordar quién está relacionado con quién, la capacidad de procesar información emocional y la capacidad de manipular información sobre un conjunto de relaciones. Sostiene que es esta última habilidad cognitiva, que tiene que ver con la gestión de los asuntos sociales, la que determina la limitación del tamaño grupal” (Michael Gazzaniga,¿Qué nos hace humanos? La explicación científica de nuestra singularidad como especie, Paidós, Barcelona 2012, p. 105). Gazzaniga menciona que este número es el utilizado con más frecuencia en las unidades militares, ya que parece ser el número máximo de personas que puede controlarse sin una organización jerárquica, donde el orden se mantiene mediante lealtades personales y contacto personal. Esta cifra permite la interacción cotidiana de todos sus individuos, lo que posibilita que se creen lazos y produce cohesión social. La densidad del tejido social tiene un fuerte valor adaptativo, debido a la interdependencia de los miembros de la tribu.