experiencias únicas

“Quiero vivir esa experiencia única, accesible sólo a unos pocos”… (La industria del lujo, en plena expansión en esta época nuestra de desigualdades rampantes, se nutre del anhelo de sentirse único, distinto a los demás y “auténtico”.)[1] Pero, Don Cenutrio, alma de cántaro, todas y cada una de las experiencias de todos y cada una de nosotras son rigurosamente únicas… No hace falta escalar un “ochomil”, bailar en la última planta del Empire State Building o cenar en el último restaurante abierto por el supremo masterchef de la cocina galáctica para recibir iluminación ninguna sobre el sentido de la vida. La cuestión es vivir atentos a los que nos sucede, estar dispuestos para los encuentros cotidianos, ser de verdad capaces de estar ahí. Los tesoros de la experiencia no están ocultos, sino al alcance de la mano –si nos abrimos al devenir y ponemos fuera de juego la emulación/ diferenciación competitiva.



[1]Yves Michaud, filósofo francés, analiza estos fenómenos en su libro El nuevo lujo: experiencias, arrogancia, autenticidad.(Taurus, Madrid 2015). Recoge, entre otros datos, que el mercado mundial del lujo pasó de 77.000 millones de euros en 1995 a 223.000 millones en 2014.