Una joven trabajadora de la radio pública me pregunta qué enseñanzas imparto en la universidad. Ética y filosofía política, en varias configuraciones. “¿No te desesperas cada vez que abres el periódico por la mañana?” No especialmente. Quiero decir: no más de lo que debería desesperarse cualquier ciudadano o ciudadana de este país… Si se piensa que la ética y la política son parcelas acotadas para el trabajo de especialistas, en vez de dimensiones en las que todos y todas debemos ser competentes, ya ello nos da un buen indicio de la postración extrema en que se halla la sociedad. Si cunde la ilusión de que se puede “externalizar” la ética y la política, el final –por implosión, descomposición y pudrimiento— está muy cerca.
(El otro enorme asunto que merecería comentario: pero ¿cuántos conciudadanos y conciudadanas leen la prensa –en este país nuestro donde esos índices se encuentran entre los más bajos de toda Europa? Y entre quienes leen prensa ¿quiénes son capaces de hacerlo críticamente –dentro de un paisaje mediático donde, en lo que se refiere a periódicos en papel se refiere, el espectro político comienza en la derecha liberal de El País y luego continúa hasta la extrema derecha?)