extranjeros casi en todas partes, ignorantes sobre casi todo

Hace ya bastantes años, Ray Dassman propuso una útil distinción –retomada después por otros autores– entre culturas del ecosistema y cultura de la biosfera.[1] Las culturas ecosistémicas dependen para vivir de los recursos de una biorregión, una cuenca fluvial, unos pocos ecosistemas. Localizadas de este modo, tienen un fuerte interés en proteger su base de recursos, y en desarrollarse en términos de lo que hoy llamamos sustentabilidad. En cambio, las culturas biosféricas que se han desarrollado de forma incipiente con los primeros Estados centralizados, y de manera más plena a partir del siglo XVI, con la explotación imperialista del resto del mundo por parte de Europa, acopian los recursos de su propio territorio y también de ecosistemas lejanos; pueden desarrollar pautas de “usar y tirar” con respecto a los recursos naturales, convencidas de que, una vez exprimida una zona, se podrá comenzar a “desarrollar” la siguiente. Así funcionaba Roma hace dos mil años y así funciona EE.UU. hoy.

De hecho, la distinción de Dassman ya exige hoy ser completada: además de las culturas de ecosistema y las culturas de biosfera, hoy despunta la faz terrible de una cultura del universo entero que tampoco se contentaría con los recursos que puede proporcionar nuestro maltrecho planeta.

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YA ESTÁN AQUÍ. En los consejos de administración de las empresas, en los ministerios y oficinas gubernamentales, en los centros de enseñanza e investigación, en los medios de comunicación masivos… Parecen humanos normales a simple vista, pero son marcianos venidos del espacio exterior. Los reconocerás por su convicción profunda de que no somos “seres de esta Tierra”, sino másters del universo; que nuestro destino está en la conquista y explotación del sistema solar primero y de las estrellas más lejanas después; y que en nuestro planeta están sólo de paso, y pueden por consiguiente tratarlo como un objeto desechable, una biosfera de usar y tirar.

Y así, no deja de parecer ingenua la “última apostilla” con la que Juan Goytisolo termina su artículo “Respuestas, respuestas, respuestas”, dentro del caudal de reflexión que ha provocado el aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001: “La visión negra y sarcástica de Karl Kraus en Los últimos días de la humanidad me parece hoy más digna de tomarse en cuenta que después de los atentados del pasado año. ¿Por qué no programar desde ahora, para los próximos siglos o décadas, un plan de evacuación de nuestro contaminado y exhausto planeta –¡o al menos de los habitantes de los Estados más poderosos y de las clases acomodadas del resto!– a otro astro más habitable y acogedor?”[2]

Amigo Juan, ¿cómo puedes dudar que un plan semejante forma parte de los proyectos de los descreadores de este mundo, contra los que tan galanamente te bates desde hace decenios?

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Cumplido el lamentable trámite de la “cumbre” de Johannesburgo (Conferencia de las NN.UU. sobre Desarrollo Sostenible, donde lo que estaba en juego no era más que el destino de la biosfera y la justicia social planetaria: who cares?), nos sumimos atónitos en la barahúnda mediática de lo que de verdad importa: la conmemoración urbi et orbe del aciago 11-S. Luis Fernández-Galiano encuentra las palabras precisas en Babelia:

“Tres siglos y medio después de la paz de Westfalia, que funda el orden político internacional tras la carnicería de las guerras religiosas, el único principio que rige el presente es el derecho a la intervención preventiva de un poder imperial más amparado en el espectro de la justicia infinita que en el de la paz perpetua. (…) El niño hambriento de Irak, el ahorrador desvalijado de Argentina o la seropositiva de Zambia son todos ellos peatones atropellados por las catástrofes políticas, económicas y epidemiológicas de un mundo en crisis: no tanto collateral damage de la recomposición, sino víctimas necesarias de la descomposición.”

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Poemas sobre la tragedia del 11 de septiembre en ABC Cultural. Espléndido ese SIEMPRE NOS SORPRENDEN A TODOS MIRANDO DE Colum McCann. En cambio, me quedo un buen rato dándole vueltas a SEPTIEMBRE, ONCE de Gonzalo Sobejano. “Ni un latido de viento a la despierta/ capital del afán nada anunciaba./ De repente –y después— dos rayos sordos/ sangraban muerte en lívidas cascadas.// La mañana era azul, desnudo el cielo,/ dócil la tierra al sol de la esperanza./ Era un martes, un once de septiembre./ Ascendía la paz entre las ramas”, etc, etc. ¿Pero cómo no se da cuenta del carácter inane de versos de este corte, de cómo esta panoplia de recursos retóricos “siglo de oro” permanece completamente inerte y paralizada, sin ayudarnos ni un ápice a bracear en medio de la tiniebla oleosa por donde nadamos? ¡No se puede hablar así el 11 de septiembre de 2002!

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“El Otro de hace un año era el musulmán, secuestrado por el fundamentalismo religioso como resultado de su fracaso en la modernización secular, y donde sólo el cinismo rescataba a los príncipes saudíes del petróleo de su protagonismo en el ‘eje del Mal’. El Otro de hoy es el pobre, el esclavo primitivo, deforme y subhumano que se subleva engañado, ignorante y manso ante la expropiación de su universo insular, carne de patera y plantación que las fronteras filtran con eficacia decreciente. La amenaza del talibán se ha tornado en el temor a Calibán.”[3]

“El dilema de esta nueva era de interdependencia es cómo responder a una madre musulmana que teme a la vez que su hijo se quede fuera del milagro de la economía global moderna y muera en la pobreza y en la vergüenza, y que su hijo sea incluido en el milagro de la economía global moderna y viva en la corrupción moral y la degradación espiritual. Los terroristas han crecido moviéndose en los intersticios de este desgarrador dilema, en el que la desesperación por ser excluido (las injusticias globales del McMundo) se mezcla con la rabia por ser incluido (el imperialismo cultural del McMundo).”[4]

Ambrose Bierce, que de algunas cosas sabía lo suficiente como para redactar un Diccionario del Diablo, escribió que la guerra es el medio del que se sirve Dios para enseñarle geografía a los norteamericanos.

Wir sind alle Ausländer –fast überall, decía la pegatina alemana de los años ochenta: todos somos extranjeros prácticamente en todas partes. Puede complementarse con una reflexión adicional: todos somos ignorantes sobre casi todo. De manera que, a partir de la extranjería y la ignorancia: humildad, humildad, humildad… (Es sabido que humilde y humano proceden de la misma raíz.)

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“La Luna está madura para su desarrollo comercial”, declara el director de la empresa estadounidense Transorbital, que jactanciosamente prepara el primer alunizaje con fines de lucro para el 2003.

Tiempo habrá para contestar a estos mercachifles como se merecen, con el duro discurso crítico del análisis político y la filosofía social. Hoy sólo quiero asomar mi desamparo a la luz de la luna de Li Po, el gran poeta de la dinastía Tang, hace más de doce siglos:

“Una jarra de vino entre las flores./ No hay ningún camarada para beber conmigo,/ pero invito a la luna,/ y, contando a mi sombra, somos tres…/ Mas la luna no bebe,/ mi sombra se contenta con seguirme./ Tardaré poco en separarme de ella;/ ¡la primavera es tiempo de alegría!”[5]

[Jorge Riechmann, Una morada en el aire, Libros del Viejo Topo, Barcelona 2003, p. 41-45. Este «diario de trabajo» va del 18 de agosto de 2002 al 18 de agosto de 2003.]


[1] Lo recuerda el poeta Gary Snyder en su ensayo “The politics of ethnopoetics” (A Place in Space, Counterpoints, Washington D.C. 1995, p. 131).

[2] Juan Goytisolo: “Respuestas, respuestas, respuestas”, El País, 9 de septiembre de 2002, p. 14.

[3] Luis Fernández-Galiano, “Peatones en la Zona Cero”, Babelia, 7 de septiembre de 2002.

[4] Benjamin R. Barber, “Lo que EE.UU. ha aprendido y lo que no”, El País, 7 de septiembre de 2002.

[5] Marcela de Juan (ed.), Poesía china, Alianza, Madrid 1973, p. 105. Otra traducción en Li Po: Cien poemas, Icaria, Barcelona 2002, p. 20.