hacerse cargo del mundo

Gregorio Luri nos presenta «el dilema de Saul Smilansky: lo que somos no es independiente de lo que nos ha hecho, así que o lo queremos todo o lo rechazamos todo. Si pudiéramos hacerlo, ¿qué preferiríamos: eliminar del pasado las circunstancias calamitosas que, sin duda, provocaron enormes sufrimientos a otras personas, eliminando también la posibilidad de nuestra existencia, o elegirnos a nosotros y por lo tanto todo lo que nos ha hecho posibles, incluyendo el sufrimiento ajeno?»

Es un thought experiment interesante, aunque yo prefiero la intimación de Hannah Arendt a asumir la responsabilidad conjunta con respecto al mundo que nos ha sido legado (ella lo pedía en un ensayo memorable, “La crisis en la educación”, en Entre el pasado y el futuro). Pero el dilema se desvanece en cuanto volvemos a poner los pies en tierra: no podemos alterar el pasado (aunque no dejamos de reinterpretarlo una y otra vez), se trata sin duda de asumirlo arendtianamente (salvo que prefiramos perdernos en ensoñaciones gnósticas). Ahora bien, lo decisivo es qué hacemos frente a todo ese sufrimiento del pasado que ha posibilitado el mundo donde nos encontramos ahora. ¿Lo asumimos honrando la memoria de las víctimas y con nuestra acción que trata de minimizar los daños, injusticias y padecimientos presentes y futuros? Ésa sería seguramente la posibilidad mejor: comprensión profunda y compasión real. No nos engañamos acerca del carácter trágico de la existencia humana, no nos resignamos tampoco a que el matadero de la Historia continúe funcionando 24/7. «O lo queremos todo o lo rechazamos todo» no se aplica cuando miramos los senderos y encrucijadas que se abren ante nuestros pies.