huérfanos de sentido

Razonaban algunos amigos, ya tras los postres de una cena gratamente compartida, mientras los tragos de whisky con soda u oloroso añejo ayudaban a las ideas vagas en su ir ganando cierta concreción –razonaban, decía, estos amigos y amigas acerca de la felicidad, el placer y sobre todo la alegría. Y yo pensaba: lo importante no son las satisfacciones, claro, ni siquiera una suma grande de satisfacciones contrapesadas por poco dolor. Lo más importante es el sentido que atribuimos a las acciones en nuestra vida, y a la propia vida como tal. Los seres humanos somos (en contraste con los demás animales) huérfanos del sentido, y también prisioneros del mismo (del exceso de sentido, de la sobresignificación). Por eso lo importante es casi siempre esa construcción del sentido a través de los vínculos (pues estos son los que dan sentido a la vida); y también, en momentos más raros, la liberación de la acuciante pregunta por el sentido en esas mesetas de transparencia que solemos llamar contemplación.