«Massimo Recalcati, que para explicar la evaporación del padre se centra en los hijos, propone que en el siglo anterior el hijo tenía una relación edípica con su padre, el hijo-Edipo desafía a las viejas generaciones, “su figura fue inspiración de las grandes revueltas de 1968 y 1977: hijos que reclamaban, en contra de sus padres, la posibilidad de un mundo distinto, y padres que reaccionaron negando los derechos de sus hijos”, y luego apunta que en el siglo XXI el hijo-Edipo ha cedido su lugar al hijo-Telémaco.
Telémaco es el hijo de Ulises, en la Odisea de Homero, que espera durante 20 años el regreso de su padre, que se ha ido a la guerra de Troya. Telémaco espera a Ulises, trata de salvar su tierra de los invasores que quieren quedarse con ella y con su madre, Penélope. Cuando finalmente regresa Ulises, Telémaco no lo reconoce porque la diosa Atenea, para despistar a sus enemigos, lo ha convertido en un mendigo. Más tarde, el hijo reconoce al padre y se abrazan, antes de eliminar a los invasores.
A partir de estos arquetipos, Recalcati elabora una profunda inmersión psicoanalítica en la paternidad contemporánea, que excede el tema de este artículo, pero ofrece una imagen de la que quisiera momentáneamente adueñarme: Telémaco mira obsesivamente al mar, al punto por el que desapareció la embarcación de su padre, mira el mar con la ilusión de ver a Ulises, pero también mira con la esperanza de que el mar le traiga un objeto, un trozo de algo, un mensaje que lo oriente, que le ayude a entender cuál es su situación, a entender el presente y a vislumbrar el futuro.
Telémaco es el hijo que espera una señal de su padre, y el hijo-Telémaco del siglo XXI espera que su padre le explique por qué no le ha tocado heredar un reino, “sino un cuerpo muerto, una tierra agotada, una economía enloquecida, un endeudamiento ilimitado, la falta de trabajo y de horizontes vitales”…»
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