Es una perfecta ilusión pensar que la “democracia liberal” –en rigor, poliarquías más o menos oligárquicas— tenga algo que ver con la democracia, porque ésta no es votar una vez cada cuatro o cinco años, sino participar en asambleas muchas tardes de cada mes. No se puede ser demócrata sin militancia cotidiana: la condición humana –y nuestra torturada relación con la jerarquía, la dominación y la igualdad— no da para mucho más.