Crisis, sí… “La enfermedad ha alcanzado un punto crítico./ Diez mil años de poder,/ el combate entre dos leyes: el reino del hierro y la sangre derramada, contra/ la persistente solidaridad de la sangre y el cerebro/ que aún están vivos.” En su poema “22 de agosto de 1939”, Kenneth Rexroth tenía esperanza en que la crisis se resolviera hacia la vertiente buena: una sanación de la humanidad, pues “estos son los últimos años terribles de la autoridad” (habría que escribir dominación en vez de autoridad, es cierto). Tres cuartos de siglo después, tenemos todas las razones para temer que la crisis de esa enfermedad civilizatoria recrudecida hasta lo indecible se resuelva por su lado peor. Pero no vamos a dejar de luchar contra ese desenlace.