¿la ética –imposible?
¿Pueden la poesía y la filosofía hacer propuestas de urbanismo, sugerir recetas viables para organizar nuestra desgarradora convivencia? Es dudoso. Quizá extraen su verdadera fuerza –tan frágil, tan contradictoria- de lo imposible.
Nos conducimos como niños adictos a los cuentos edulcorados, esos mentirosos cuentos Disney con final feliz, que fantasean con que lo imposible es posible; que no saben que la forma en que lo imposible puede a veces actuar es precisamente en tanto que imposible.
¿Nos atrevemos a pensar que la ética, en su sentido más primario y fundamental, es imposible? (Julio Cabrera ha caminado un largo trecho de esa senda en su Crítica de la moral afirmativa.) Y que por eso aproximarse a ella, a la postre, exige el sacrificio de la propia vida: Cristo, Gandhi, Simone Weil, Martin Luther King…
En un mundo ético, cada una de las miríadas de millones de trillones de vidas que han existido –y entre ellas el minúsculo porcentaje de las vidas humanas- serían salvadas. Sólo pensar en ello ya es enunciar lo imposible.
No intentamos construir el Bien supremo: sólo evitar añadir más al enorme cúmulo de mal que ya existe en el mundo –y si fuese posible, disminuirlo un poco…