la industrialización del campo avanza sin tregua

En el campo manchego, nos explica Yogui en Daimiel, la ampliación de la superficie de regadío continúa incesante. Aunque se trate de aguas fósiles en buena medida, y pese a que el nivel freático sigue descendiendo, aunque las perspectivas sean de creciente escasez hídrica, el consenso resulta prácticamente unánime: cultivar como si no hubiese mañana.[1] El olivar en regadío duplica su producción; y el riego por goteo no se traduce en conservación del precioso líquido (“efecto rebote”, también llamado paradoja de Jevons). ¿No es suicida el intento de maximizar la producción, el consumo, los ingresos, los desplazamientos, las actividades, las diversiones, el “bienestar”? Lo es: pero, en cuanto sociedad, hacemos como si no lo supiéramos.[2]

 

 

[1] No sólo sucede en la Mancha, por descontado… “La actividad humana está ocasionando un deterioro a escala global de las tierras del planeta. Es la alerta que lanzan los expertos que han elaborado la primera evaluación sobre el estado de los suelos en el mundo: campos, pastizales, humedales o bosques. Un solo ejemplo: el 54% de los humedales se han perdido desde el inicio del siglo XX. La degradación de la tierra causada por las actividades humanas está socavando el bienestar de dos quintas partes de la humanidad, erosiona la biodiversidad, agrava el calentamiento y actúa como motor de las migraciones humanas. Así lo recoge el informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de Ecosistemas (IPBES). Formada por más de 100 expertos, este equipo ha recopilado durante tres años toda la información al respecto, a instancias de la ONU. La degradación de las tierras se debe en gran medida a la rápida expansión agrícola y al manejo insostenible de las tierras de cultivo y el pastoreo. Sus efectos son la pérdida de biodiversidad y el daño en los servicios que prestan los ecosistemas (alimentos, agua, energía…) de los que dependen las personas. Las tierras de cultivo y pastoreo ahora cubren más de un tercio de la superficie terrestre…” Antonio Cerrillo, “La Tierra pierde los suelos que la hacen fértil”, La Vanguardia, 28 de marzo de 2018; http://www.lavanguardia.com/natural/20180328/441996603556/deterioro-suelo-tierra-sequia-calentamiento-biodiversidad.html

[2] Lo que fue el campo (y lo campesino) como un espacio con autonomía material y cultural respecto a la ciudad, en un país como España, hoy ya no existe. Y la industrialización del medio rural sigue avanzando a toda velocidad. Un lúcido analista de los procesos de urbanización generalizada y desruralización del campo es Marc Badal. El medio rural se está convirtiendo en un nuevo espacio urbano marginal: “La ciudad y el campo son conceptos que se definen por su mutua exclusión, pero históricamente han constituido dos partes interconectadas de una misma realidad. La frontera que les separaba era borrosa y permeable. Lo rural penetraba en la ciudad tanto como lo urbano irradiaba sobre el campo. Un flujo continuo de materia y significados los ha vinculado, estableciendo un equilibrio inestable siempre decantado hacia el centro de la ciudad. Hoy en día, la ciudad no es, en absoluto, menos dependiente de los recursos generados en lo rural, pero está enterrando los últimos rastros de ruralidad que la constituían. La dimensión rural de la ciudad se desvanece a la vez que el modo de existencia urbano coloniza el conjunto del territorio.

El proceso de desagrarización que está convirtiendo a la agricultura en una actividad residual en el propio medio rural, viene a reforzar el proceso de urbanización generalizada. (…) El nexo económico –ecológico– con el entorno más inmediato, en el que se basaba la relativa autonomía de las zonas rurales, está siendo desplazado por la conexión al sistema circulatorio que integra y cohesiona el engranaje global de la producción industrial de mercancías. El metabolismo social del pueblo más pequeño, tal y como sucede en la ciudad actual, se abastece de un hinterland que adquiere una escala planetaria.

La memoria, que durante siglos ha sustentado el sentir de las sociedades campesinas, enmudece ante una actualidad tautológica que instaura un presente continuo y absoluto. La fractura entre el ámbito del trabajo y el hogar desarticula uno de los rasgos más característicos de la economía rural. El colapso de la urdimbre comunitaria, prácticamente consumado, integra a la población rural en una atomizada ciudadanía universal…” Marc Badal, “Escenarios periféricos / Relaciones culturales entre el campo y la ciudad”, Campo de relámpagos, 25 de marzo de 2018; http://campoderelampagos.org/critica-y-reviews/20/3/2018