En 1977, un activista y pensador francés de 73 años, el ingeniero agrónomo René Dumont, quien había sido el primer candidato ecologista a la presidencia de la República Francesa en 1974, reflexionaba: “El socialismo ecológico, o mejor, el ecologismo socialista que vamos a construir está, en este año 1977, al mismo nivel que las sociedades intelectuales que buscaban –hacia 1760-1780— las bases de una nueva sociedad, y que fueron las precursoras de nuestra Revolución”.[1]
Sin embargo, aquella posibilidad de una nueva “Ilustración ecológica” fue truncada. Hubiéramos podido comenzar a asumir de verdad nuestra interdependencia y ecodependencia en los años setenta del siglo XX… Pero en lugar de la revolución ecosocialista/ ecofeminista vino la contrarrevolución neoliberal.
Tras la muerte de Dumont –combativo y lúcido hasta su final, acaecido en 2001 a los 97 años de edad–, un tipejo llamado Carlos Semprún Maura (comunista y libertario en sus años mozos, reaccionario neoliberal después) plasmó en una condescendiente nota necrológica el “sentido común” productivista contra el que el agrónomo francés había peleado durante decenios:
“En 1974, Dumont se presentó a las elecciones presidenciales como candidato verde y obtuvo el 1,32% de los votos. Durante su campaña declaró que si era elegido presidente, lo primero que haría sería: 1º) Suprimir los subsidios familiares a las parejas con más de dos hijos. 2º) Multiplicar por cinco el precio de la gasolina. 3º) Suprimir las amnistías a las multas de tráfico o aparcamiento. 4º) Aumentar drásticamente esas mismas multas. 5º) Obligación tajante de no comer más de 125 gramos de carne o pescado al día. 6º) Los camiones podrían circular a 120km/h, los coches particulares sólo a 80km/h.
Lees esto y te dices, ese tipo estaba loco, y efectivamente lo estaba, majareta perdido. Pero era un loco simpático, no peligroso, porque no tuvo el menor poder, de no ser así, otro gallo nos hubiera cantado. Dumont formó parte durante años de un equipo de expertos franceses, quienes recorrieron el mundo, sobre todo el tercero, para difundir la excelencia de la planificación económica socialista. (…) Sin embargo, pese a su delirio apocalíptico, tuvo algún acierto, como cuando denunció, antes que sus compañeros de izquierda, la burocracia castrista, o cuando vio que el continente africano iba a la catástrofe. Claro, las soluciones que proponía, no la hubieran impedido, más bien agravado. Pero él, en todo caso, vivía como un asceta y circulaba en bicicleta, tal era su odio al automóvil…”[2]
Desde el sentido común dominante (la ideología productivista y consumista del capitalismo neoliberal), la sensatez ecosocial de René Dumont es puro delirio. El descenso energético y el calentamiento global que se producirán en el siglo XXI no eran una fatalidad histórica, hubiéramos podido cambiar de rumbo (tirar del freno de emergencia del tren que iba a descarrilar, según la luminosa imagen de Walter Benjamin) en los años setenta del siglo XX. Ahora, todo indica que ya es demasiado tarde.
[1]René Dumont, Ecología socialista, Eds. Martínez Roca, Barcelona 1980, p. 12.
[2]Carlos Semprún Maura, “La muerte de René Dumont”, publicado en Libertad Digital el 22 de junio de 2001 (http://www.libertaddigital.com/opinion/carlos-semprun-maura/la-muerte-de-rene-dumont-4405/ ). Un excelente documental sobre el agrónomo francés es René Dumont: l’homme-siècle de Richard D. Lavoie (Canadá, 2001; https://www.onf.ca/film/rene_dumont_lhomme-siecle ).