En un viejo artículo de Enrique Vila-Matas –“La voz de un hombre”, publicado en junio de 2001–, la siguiente evocación: “Me acuerdo de una amiga, cuyo ideal en la vida era estar por la noche en un bar y ver las hojas de los plátanos moverse, sentir el viento y mirar cómo pasan las luces de los trenes a lo lejos.”