Ejecutivos cuarentones, impecablemente trajeados y encorbatados, absortos en el videojuego que ruge desde su smartphone en el tren de cercanías… Los veo cada mañana cuando nos dirigimos al trabajo, ellos al Paseo de la Castellana, yo al campus de Cantoblanco. Ay… La versión degradada del mito de Prometeo que hoy domina nuestro paisaje social y cultural es una fantasía preadolescente: independencia, poderío, dominación, autofundación, deseo capaz de crear realidad. Necesitamos madurar –desesperadamente–: ser capaces de reconocer límites, aceptar que no nos autoengendramos, reconocer y valorar la transmisión generacional, asumir nuestra interdependencia y ecodependencia. Sí: la opción ecosocialista y feminista, frente al capitalismo espectacular, telemático y financiarizado, es quizá, sobre todo, una cuestión de llegar a ser adultos. Algo de lo que se encuentra desesperantemente lejos la cultura dominante.