lo inesperado del don

“Los españoles sólo bebéis café. Café solo, con hielo, con leche… En los cinco meses que llevo trabajando aquí, nadie me había pedido nunca té.” Y no consiente en que le pague el vasito de té turco muy azucarado, aduciendo que lo tiene siempre preparado para él mismo. Lo inesperado para él, lo inesperado para mí: el don.

La plegaria más honda no tiene nada que ver con rogar perdones o pedir mercedes: sólo está ahí para acompañar la soledad del dios.

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“Deberías seguir el ejemplo de shunk tokecha (el lobo). Aunque lo sorprendas y corra para salvar la vida, se parará para echarte otra mirada antes de entrar en su último refugio. Así debes también tú echar otra mirada a todo cuanto ves.”

Así hablaba el anciano tío de Oyihesa, un indio dakota santi.[1] A lo que más se parece este consejo sobrecogedor es al que nos proporcionaba Walter Benjamin en la sexta de sus “Tesis de filosofía de la historia”: “Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo ‘tal y como verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro.”

Historiador, activista, poeta: aprende a mirar como el lobo en ese instante de liberación o condena, de proximidad de la muerte o del milagro, de supremo peligro.

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Bares y estaciones de autobús son lugares decisivos para pulsar la naturaleza y calidad del “encuentro con el otro” que se está produciendo en mi país. Laboratorios morales a pequeña escala; un filón para el observador.

En este sentido, dos recuerdos terribles. En el documental Vida de moro –una inmersión profunda en la penosa vida de los jornaleros inmigrantes en El Ejido[2]— se muestra cómo en una cafetería de la localidad hay dos listas diferentes de precios. “Una para los castellanos”, aclara la camarera, “y otra para los moros y la gente con mala pinta. No es que seamos racistas, pero…”

Otra experiencia: bares euskaldunes, en el País Vasco y Navarra, donde el forastero “español” es ignorado ostentosamente, y conseguir algo del camarero costará un rato largo de sutiles desprecios y humillaciones. En los dos casos está, in nuce, todo el horror del fascismo.



[1] También conocido como Charleas Eastman: véase del mismo Indian Boyhood, su libro de 1902 (hay traducción española: La vida en los bosques, Olañeta, Palma de Mallorca 1991.)

[2] Vida de moro, Canal +, enero de 2001.

  • [Jorge Riechmann, Una morada en el aire, Libros del Viejo Topo, Barcelona 2003, p. 61-62. Este «diario de trabajo» va del 18 de agosto de 2002 al 18 de agosto de 2003.]