Hablar de los gobernantes de hoy en día –Draghi, o Guindos, o Monti— como si fuesen “tecnócratas” es mancillar la memoria de aquel movimiento que en los años veinte y treinta del siglo XX, en EEUU, ensalzaba los avances de la técnica, denunciaba la irracionalidad capitalista y preconizaba el gobierno de los expertos. En aquella actualización de posiciones muy antiguas (Platón fue uno de los defensores de lo que cabría llamar tecnocracia, hace dos milenios y medio), se quería avanzar hacia una sociedad gobernada por expertos técnicos, independientes de intereses particulares, que decidiesen lo mejor para el conjunto de la sociedad a partir del conocimiento fundado, la argumentación racional y el pensamiento crítico.
Pero llamar a Draghi, o a Guindos, o a Monti “tecnócratas” en ese sentido propio del término es ofender la inteligencia de la gente… En el movimiento social tecnocrático existía un compromiso con el “interés general” (de mantenimiento del sistema social en su conjunto) que en nuestros gobernantes de hoy brilla por su ausencia.
“Tecnocracia” es un eufemismo, una nube de tinta de calamar que ocupa el espacio conceptual donde más bien se debería hablar de una clase dominante capitalista completamente desligada de cualquier compromiso con la democracia (como el que históricamente caracterizó a la burguesía). Lo llaman tecnocracia, pero se llama plutocracia: una desnuda y feroz plutocracia.