mantener los ojos y los oídos abiertos

“…esas costumbres de feligreses parisinos que después de la misa dominical acudían a un mercado junto a la iglesia de la Trinité donde, todavía en 1925, se vendían objetos de cuero hechos con piel negra, siendo los más cotizados unos libros con la cubierta de piel arrancada a los senos de las negras y unos monederos en piel del sexo de las muchachas congoleñas…”

Reyes Mate (Tratado de la injusticia)

 

Vivimos en un mundo monstruoso. Decía Theodor W. Adorno que de este mundo, tal como es, nadie puede aterrarse suficientemente. Al mismo tiempo, en cada momento, están en marcha mil estrategias de encubrimiento, invisibilización o evasión respecto de esas realidades monstruosas. Por una parte, el criminal oculta su crimen; por otra parte, el espectador aparta la vista de lo insoportable. El primer movimiento siempre debería ser: mantener los ojos y los oídos abiertos. No cerrar los párpados cuando corre la sangre; no taparnos los oídos cuando gritan las víctimas. Sólo a partir de esa clase de ascesis podremos dar pasos hacia un mundo sin víctimas ni verdugos.