marcellesi, navarro, turiel y los límites del crecimiento

El investigador y activista ecologista Florent Marcellesi  reflexiona sobre un «¿Más allá del estado?» en el nº45 de la revista Ecología Política. Julio García Camarero contesta a ese artículo:
Y continúa el trascendental debate en torno a los límites del crecimiento.
Ayer en Público, el profesor Vicenç Navarro volvía al ataque:
Cargando especialmente contra el artículo de Marcellesi  «La crisis económica es también una crisis ecológica»:
Hay una clarificadora respuesta del investigador del CSIC Antonio Turiel (que recojo íntegra más abajo):
Puede ser de interés señalar que Barry Commoner (uno de mis héroes, y uno de los grandes ecológos y ecologistas del siglo XX) padecía en mi opinión una suerte de «punto ciego» en relación con la cuestión de la escasez de los recursos, quizá el mismo que vuelve a manifestarse en la posición de Vicenç Navarro (y que dificulta posiblemente el diálogo entre el socialismo/ comunismo clásicos, el ecosocialismo y la ecología política). En efecto, un exagerado optimismo tecnológico lleva a postular a Commoner que «los elementos químicos que constituyen los recursos del planeta pueden ser reciclados y reutilizados indefinidamente, siempre y cuando la energía necesaria para recogerlos y refinarlos esté disponible» (En paz con el planeta, Crítica, Barcelona 1992, p. 142; trad. de Mireia Carol, revisada por Joandomènec Ros, del original Making Peace with the Planet, publicada por Pantheon Books en 1990): y para Commoner está disponible en forma de energía solar (p. 143). Ahora bien, y sin entrar en otros problemas que plantearía la extremosidad de este planteamiento, el reciclado perfecto es un imposible termodinámico, y por eso la «solución» de Commoner falla. El mismo ejemplo que aduce se vuelve contra él: leemos que «a pesar de su enorme dispersión, más de la mitad del oro extraído hasta ahora sigue controlado hasta hoy día, siendo reunido cuando es necesario gastando energía» (p. 142). El ejemplo prueba lo contrario de lo que tendría que probar: a pesar de que el oro ha sido un metal valiosísimo para todas las civilizaciones, y de que los seres humanos lo han reunido, atesorado y conservado (o sea, reciclado) como ningún otro material en toda la historia humana, sólo algo más de la mitad de todo el oro extraído en toda la historia humana está hoy disponible. ¡Piénsese lo que ha ocurrido y ocurrirá con materiales menos preciados! Y no vale replicar que, con las escaseces crecientes o con los nuevos impuestos ecológicos, el latón o el papel llegarán a ser tan valiosos como el oro: sería una salida por la tangente fraudulenta, que no tendría en cuenta hechos termodinámicos básicos, por no hablar de los supuestos irreales sobre la organización social y la psique humana.
Les dejo con el sustancioso texto de Turiel.
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Revista de prensa: Vicenç Navarro en Dominio Público, 6 de febrero de 2014
El catedrático de Ciencias Políticas Vicenç Navarro ha publicado en el día de ayer un artículo en el blog Dominio Público titulado «Los errores de las tesis del decrecimiento económico«. Varias personas me lo han hecho notar y me han pedido que haga una crítica formal y fundamentada del mismo. No es la primera vez que algún lector me solicita algo parecido. Por lo general los lectores me piden que desmonte algún artículo hábilmente escrito por un gestor de fondos con intereses en algún sector energético en el cual se hace una burda y descarada engañosa publicidad de su producto; contestar a esos artículos es un ejercicio de futilidad, porque el público objetivo de los mismos nunca leería un blog como éste. Sin embargo, el artículo del profesor Navarro no es una grosera manipulación de la realidad sino un ejercicio intelectual honesto para sentar las bases de la discusión de una cuestión candente, y los lectores de ese medio podrían ser también sensibles a lo que aquí se escribe. Como quiera que además me siento aludido por el párrafo final de su artículo, he creído que merecería la pena discutir aquí el artículo del profesor, siempre desde el respeto a su trayectoria profesional e intelectual.
En su artículo el profesor Navarro detalla por qué cree que el movimiento por el decrecimiento es un error y por qué hablar de escasez de recursos es una falacia, lo cual es respetable;  sin embargo resulta un tanto más impertinente y le hacen flaco favor al profesor los calificativos un tanto despectivos que les dedica a Paul Elrich y a Florent Marcellesi, en el caso de éste último destacando que ahora es una figura política (candidato más votado en las primarias de Equo para las elecciones europeas). Justamente hace unos meses hubo una activa discusión entre Florent Marcellesi y el profesor Navarro, que parecía más o menos zanjada, y por ello resulta un tanto extraña esta extemporánea crítica (realmente Florent es la única personalidad española que cita); cabe preguntarse si la razón de esta descarnada crítica viene de la relevancia política que podría estar ganando el Sr. Marcellesi. Pero yendo a la sustancia argumental del artículo de Vicenç Navarro, el profesor hace una reivindicación del trabajo de Barry Commoner y en un cierto momento el profesor Navarro se queja de que se le identifique a él con posturas productivistas cuando lo que él sostiene es el verdadero socialismo (bien dice que «socialismo no es capitalismo de Estado), en el que lo que se busca es satisfacer las necesidades humanas, y que por supuesto el destino de los medios de producción no es neutral sino que viene determinado por el tipo de sistema económico. Hasta ahí creo que la coincidencia entre lo defendido por el profesor Navarro y el Sr. Marcellesi sería absoluta. Sin embargo, el profesor Navarro se revuelve contra la noción de que el crecimiento económico pueda estar limitado por los recursos, lo cual atribuye a una posición «conservadora» (palabra que usa queriendo decir «reaccionaria» o «de derechas»), y a partir de ahí se mete en una serie de consideraciones, algunas de ellas de carácter técnico, en las que desafortunadamente demuestra no estar demasiado bien informado. La primera cuestión que se tendría que aclarar es por qué defiende o le interesa el crecimiento económico al profesor Navarro si, como ha dicho, no es productivista y busca satisfacer las necesidades humanas. Las necesidades humanas no son necesariamente crecientes; pueden ser cambiantes, pero no deberían ser más crecientes de lo que sea la población humana, y en última instancia la población del planeta deberá estacionar (no creo que el profesor Navarro sostenga la máxima bíblica del «Creced y multiplicáos»). Así que cuando el profesor Navarro habla del crecimiento económico que parece buscar debería explicitar al crecimiento de qué él se refiere. No creo que esté pensando en el crecimiento del PIB ni de cualquier otra variable que mida la producción porque, como él dice, no es productivista. Así pues, creo que el profesor se refiere al crecimiento de la satisfacción de las necesidades humanas, algunas de las cuales son materiales y otras son inmateriales. El sistema capitalista en el cual vivimos sí que busca maximizar la producción y por ende la extracción de recursos; como explicaré más tarde dentro del sistema capitalista estamos llegando a las máximas tasas extractivas de algunos recursos, particularmente los energéticos, las cuales vienen determinadas no sólo por factores económicos sino también geológicos y termodinámicos. No sólo eso, sino que los recursos renovables también tienen limitaciones no superables con las que también comienza a vérselas el sistema capitalista, por lo que al final no es esperable que se pueda seguir aumentando la disponibilidad de energía sino que ésta por fuerza tendrá que disminuir en el futuro. La disponibilidad de energía disminuirá si seguimos en un sistema capitalista porque los límites que se ha encontrado éste son técnicamente infranqueables, y disminuirá también si fuéramos capaces de cambiar a un sistema plenamente socialista puesto que no es tan eficiente en la extracción de recursos como el capitalista, ya que no es ése su objetivo: no lo es el de incrementar la producción sino el de satisfacer las necesidades humanas, como hemos dicho. Así pues, la disponibilidad de energía será en cualquier caso decreciente, algo que desde una perspectiva socialista no tiene por qué necesariamente ser malo ya que justamente la alternativa socialista necesitará mucha menos energía que la capitalista. Que los recursos son finitos es algo que no debería ni ser materia de discusión. Vivimos sobre la superficie de un planeta que es aproximadamente una esfera de 6.366 kilómetros de radio. La cantidad de materia sobre su superficie es finita, y en cuanto a la tercera dimensión sólo somos capaces de arañar y con mucha penalidad unos pocos kilómetros de la corteza terrestre. Incluso la energía que nos arriba del Sol, inmensa como es, es una cantidad finita cada día. Así pues no tiene sentido discutir si los recursos son finitos: obviamente lo son, al menos hasta que abandonemos este planeta (algo que contrariamente a lo que creen muchas personas no va a pasar próximamente). Como los recursos son finitos (no sólo los metales y los combustibles fósiles – en el caso de los últimos no sólo son finitos sino agotables-, sino también el agua y hasta la superficie disponible) es obvio que cualquier tipo de crecimiento que requiera de una base material tendrá que detenerse llegado un momento. Así pues, no se puede defender que el crecimiento económico, en tanto que comporte una componente material, pueda ser indefinido. Lo que sí que tiene sentido por tanto es discutir cuándo se producirá el momento en el cual el crecimiento no puede proseguir. Ésta ya es una cuestión técnica, en la cual intervienen la Geología, la Física y también la Economía, y es lo que discutiremos a continuación; y es que los límites realizables, como veremos, son mucho menores que lo que los límites ideales que uno podría tratar extrapolando los datos de concentración de cada material en la corteza terrestre sacados de la wikipedia. En todo caso, la discusión de los límites es una cuestión técnica, basada en datos y en la experiencia, y no una cuestión de mera opinión.
Sin embargo, es frecuente observar que cuando alguien señala la finitud de los recursos  – y éste es un error en el que el profesor Navarro también cae – se le descalifica colgándole la etiqueta de «malthusiano», como si decir que hay una imposibilidad física a crecer sin límites (aunque se reconoce el problema del impacto ambiental) fuera equivalente a decir «vamos todos a morir». En suma, que si no aceptamos que el crecimiento pueda seguir por siempre somos unos apocalípticos (aún me encuentro gente que va diciendo por ahí que mi discurso es apocalíptico, aún cuando yo diga explícitamente lo contrario – qué sé yo mismo de lo que yo pienso; quien lo sabe es un opinador anónimo en internet, oiga).
Calificar a quien señale que los recursos disponibles son finitos de «malthusiano» es de entrada un error de concepto. Mathus defendía que la población siempre crece a un ritmo exponencial mientras que los recursos lo hacen a ritmo aritmético, y que por tanto siempre se llegaba a una sobrecarga poblacional y a un colapso. Por un lado, ninguna de las dos hipótesis de Malthus es correcta; por el otro, señalar que los recursos son finitos no es equivalente a decir que un colapso es inevitable. De hecho, la rama de la ciencia que estudia la interacción entre los seres vivos y los recursos finitos de su entorno se llama Ecología, y justamente la Ecología nos muestra como la mayoría de las poblaciones (incluso las humanas, de las cuales se ocupa la Antropología) llegan a un equilibrio con sus recursos disponibles. En realidad, la propuesta socialista de Navarro resuena bastante con la de una sociedad en equilibrio ecológico. Y bien es cierto que en algunas circunstancias (por cambios del clima, por disminución de los recursos, por exceso de éxito de una especie) algunas poblaciones colapsan; tanto la Ecología en el caso de las especies animales como la Antropología en el caso de las civilizaciones humanas estudian estos colapsos y nos enseñan vías para evitarlos. Por supuesto que podemos llegar a colapsar en mayor o menos medida si actuamos de una manera completamente necia (por ejemplo, intentando mantener a ultranza un sistema basado en el crecimiento infinito como es el capitalismo), pero el colapso es siempre una opción; se podría decir que el colapso no es una necesidad sino una necedad. Y justamente la sociedad socialista que propone Navarro podría ser una vía para evitar ese colapso.
Argumenta el profesor Navarro que el comienzo y desarrolllo de la presente crisis económica no tiene nada que ver con el petróleo, lo cual es una afirmación bastante osada, pues si bien es completamente extremista afirmar que la actual crisis está sólo causada por la escasez de petróleo, no lo es menos afirmar que no tiene absolutamente nada que ver cuando, por ejemplo, la producción de petróleo crudo del mundo se ha vuelto inelástica desde el año 2005, como muestra el artículo de Murray y King en Nature, 2012de donde saco la siguiente gráfica:
De hecho el profesor Navarro parece desconocer todo lo referente a lo que está pasando con el petróleo. Por ejemplo, que en el año 2010 la propia Agencia Internacional de la Energía reconoció que la producción de petróleo crudo (más del 80% de todos los líquidos asimilados a petróleo que se consumen en el mundo) había tocado techo en 2006, o que en 2012 admitió que la producción de petróleo crudo ya estaba empezando a caer. Peor aún: en su último informela Agencia Internacional de la Energía alertaba de que se tendrían que redoblar los esfuerzos en inversión petrolera so pena de que la producción pueda caer en picado en relativamente pocos años:
Por supuesto el problema que sin darse cuenta describe la Agencia Internacional de la Energía es el de la caída de la Tasa de Retorno Energético (TRE) de las fuentes de petróleo o asimilados que nos van quedando disponibles, lo que se traduce en que el petróleo por explotar sea cada vez más caro hasta el extremo de que a veces no salga rentable extraerlo, independientemente de la inversión que se quiera realizar o del presumible progreso tecnológico que debería abaratar costes (pero que no lo hace). Nada nuevo: ya sabemos que los economistas no comprenden el concepto de la TRE.
Da la impresión de que el profesor Navarro no se ha dado cuenta de que ya hay problemas serios con el petróleo porque para él eso se tendría que manifestar como un precio exorbitantemente alto, sin tener en cuenta que en realidad hay un techo máximo para el precio del petróleo a partir del cual comienza la destrucción económicay que de hecho en realidad el precio del petróleo se encuentra actualmente y durante la mayoría de esta crisis en máximos históricos, justo al nivel del umbral del dolor para nuestras economías.
Evolución histórica del precio del barril de petróleo en dólares constantes de 2012. Del post http://ourfiniteworld.com/2014/01/29/a-forecast-of-our-energy-future-why-common-solutions-dont-work/  , del blog Our Finite World de Gail Tverberg
En realidad el nivel actual de precios y el relativo estancamiento de la producción de todos los líquidos del petróleo está llevando a una transferencia de renta petrolífera de los países occidentales a los emergentes, sin que sea el resultado de una mejora en eficiencia energética; algunos países como EE.UU. y Alemania han financiado energéticamente esta huida hacia adelante con más gas y más carbón, mientras que el resto simplemente se están hundiendo económicamente:
Consumo de petróleo en la OCDE (curva azul) y en el resto del mundo. Imagen del post http://ourfiniteworld.com/2014/02/06/limits-to-growth-at-our-doorstep-but-not-recognized/, del blog Our Finite World de Gail Tverberg
En otro pasaje de su artículo, el profesor Navarro hace una vaga defensa de la energía renovable basándose en tendencias históricas observadas en algunos Estados de los Estados Unidos, en lo que es una práctica habitual en los economistas (tomar tendencias del pasado y asumir que se mantendrán indefinidamente en el futuro sin pararse a pensar si tales tendencias tienen límites o fechas de caducidad). Parece no tener en cuenta que los grandes sistemas de producción de energía renovables sólo producen energía eléctrica, pero en el mundo la energía eléctrica es sólo el 10% de la energía final consumida y el restante 90% es muy difícil de electrificar. Por lo demás, parece que el profesor Navarro ignora que el potencial renovable del planeta Tierra es finito y está bastante por debajo de nuestro consumo fósil actual, cosa que se ha discutido en muchos artículos de este blog (en la serie «Los límites de las renovables») y que por tanto no existe una fuente de energía renovable inagotable sino que más bien las que hay son muy limitadas. Hacia el final del artículo el profesor Navarro esboza una ingenua queja en contra de lo que el denomina el «determinismo energético». Afirma Navarro que la energía no condiciona todo lo demás; pues en realidad sí, por supuesto que la energía condiciona todas las actividades económicas, como también las condicionan las bases materiales. Para producir bienes y servicios se necesitan consumir materiales; para elaborar y transformar esos materiales, o transportarlos, se necesita energía. La economía no puede abstraerse de sus bases materiales pues somos series materiales. Yo no voy a comprar entes espirituales o inasibles (aunque algún supersticioso quizá sí lo haga); yo compraré mercancías que se puedan comer, vestir, equipar, tocar, usar… Incluso los servicios, que son en sí mismos inmateriales, tienen una base material: si compro un crucero el barco que me transporta; si contrato un servicio de asistencia a gente mayor habrá una persona de carne y hueso que tendrá que desplazarse, comer, vestir… Y así como la base material de la economía es evidente para todo el mundo y difícil de discutir, la energía es más inasible para el no educado. Pero todo es al final materia y energía. La energía es la que da la capacidad de transformar, de producir. Cuando sólo existía el factor trabajo toda la energía la propocionaba el obrero (endosomática), pero ahora la mayoría de la energía es de fuentes externas (exosomática). El problema con la energía es que es ese fluido invisible del que durante el último siglo hemos podido disponer a bajísimo precio. Hace 100 años los albañiles que construían un edificio sabían muy bien el ingente esfuerzo que costaba levantar ladrillos y vigas; hoy en día, una cuadrilla diez veces menos numerosa de albañiles hace mejor el trabajo en diez veces menos tiempo. No pensamos en la energía porque durante mucho tiempo la hemos tenido prácticamente regalada, pero por desgracia cada vez más vamos a irnos dando cuenta de lo que cuesta mover, transformar, producir a medida que nuestra disponibilidad energética disminuya. Así pues, por supuesto que la energía condiciona todo lo demás; pero no determina todo lo demás. La energía nos pone límites a lo que podemos hacer, pero dentro de esos límites lo que al final hagamos, mejor o peor, viene por supuesto determinado -ahora sí- por las políticas que se adopten. Querría acabar mi crítica al artículo del profesor Navarro señalando una expresión que usa varias veces a lo largo de él: «Ecologista conservador». Como ya he mencionado más arriba, Navarro usa la palabra «conservador» queriendo decir «reaccionario» o «de derechas» (soporte a su infundada acusación de que el decrecimiento sirve al capitalismo). Supongo que para él su antónimo es «progresista» (el mito del progreso del que también hemos hablado aquí mucho: el tecnooptimismo). En realidad el ecologista es, por definición y en sentido propio, conservador, puesto que lo que pretende es conservar: conservar el Medio Ambiente, conservar la diversidad, conservar un hábitat digno para las especies animales, incluida la humana… No hay nada negativo en querer conservar cuando aquello que se preserva es bueno. Querer cambiarlo todo en todo momento, el progreso por el progreso sin reparar en su coste, es una actitud destructiva y sin sentido: el progreso sólo tiene sentido si es verdadero progreso humano, y no mera destrucción por la destrucción, algo que genera mucho PIB pero poca felicidad. Y es que uno debe ser cuidadoso con las palabras que usa, particularmente cuando califica (o descalifica) a los demás.
Antonio Turiel. Febrero de 2014