mercados y valores morales -una investigación en ‘science’

 

Mercados y valores morales

Un experimento mide cómo afectan las dinámicas comerciales a la disposición de los individuos a tolerar daños a terceros.

                                13/05/2013

Science

El comercio de numerosos bienes implica a menudo consecuencias negativas para terceros, ya se trate de daños ambientales, sociales o de otra índole. Ello no quiere decir que ni el comprador ni el vendedor persigan per se provocar esos daños. Sin embargo, es cierto que muchas personas rebajan con frecuencia sus propios niveles de exigencia moral cuando participan en una transacción mercantil. Por ejemplo, una persona decididamente contraria a la explotación infantil tal vez no se preocupe siempre por el origen de la ropa que adquiere en según qué circunstancias.

Ahora, dos economistas alemanes han publicado en Science los resultados de un experimento cuyo objetivo consistía en aislar y cuantificar el efecto de las dinámicas mercantiles en la disposición de un individuo a tolerar daños a terceros. A tal fin, Armin Falk, de la Universidad de Bonn, y Nora Szech, de la Universidad de Bamberg, propusieron a cientos participantes elegir libremente entre una de dos opciones: salvar la vida de un ratón, o aceptar una cierta cantidad de dinero y permitir que el animal fuese sacrificado. Sus resultados mostraron que, cuando dichas opciones se planteaban bajo la forma de una transacción comercial, la disposición de los individuos a permitir el sacrificio del ratón aumentaba de manera significativa.

Para aislar el efecto del mercado en las decisiones de los participantes, los autores diseñaron básicamente dos experimentos. En el primero de ellos, al sujeto se le confiaba la vida del ratón; después, se le ofrecía dinero a cambio de permitir que el animal fuese sacrificado. En el segundo, los individuos se enfrentaban al mismo dilema pero en un contexto que simulaba una transacción comercial: a un participante (el «vendedor») se le confiaba la vida del animal, mientras que a otro (el «comprador») se le otorgaban 20 euros. Vendedor y comprador podían regatear hasta cerrar un precio. Si llegaban a un acuerdo, el vendedor recibía el precio acordado, el comprador se quedaba con el sobrante de los 20 euros y el ratón era sacrificado. Si no llegaban a ningún trato, nadie recibía ningún dinero y el ratón se salvaba. A los participantes se les aclaró que no tenían ninguna obligación de negociar si no querían.

Los vendedores del segundo experimento debían enfrentarse al mismo dilema que los participantes del primero: la única diferencia era el formato de la transacción por la cual se les ofrecía el dinero. Sin embargo, mientras que en el primer caso solo un 46% de los individuos se mostraron dispuestos a dejar matar al ratón por 10 euros o menos, en el segundo esa cifra ascendió al 72% de los vendedores.

Todos los múridos empleados eran ratones sanos sobrantes de otros laboratorios pero inadecuados para el fin por el que fueron adquiridos. La práctica habitual en tales casos es sacrificarlos. Por tanto, como resultado del experimento, que fue aprobado por la Comisión de Ética de la Universidad de Bonn, se salvaron muchos animales que de otro modo hubieran muerto. Los participantes no fueron informados de esta circunstancia al principio del experimento, sino solo al final.

Desgaste moral

El estudio incluía otros experimentos, como una modalidad que simulaba un mercado de ratones con varios compradores y vendedores, así como varios ensayos de control. En uno de ellos, el mercado de ratones fue sustituido por uno de cupones de regalo en la tienda de la universidad, a fin de observar qué ocurría cuando los costes en juego no eran costes morales, sino costes de oportunidad. En ese caso no se observaron diferencias significativas entre la dinámica de trato individual y las dinámicas de mercado. Incluyendo los experimentos de control, se practicaron nueve modalidades distintas con un total de 787 participantes.

Desde un punto de vista cualitativo, los resultados de Falk y Szech no son especialmente nuevos: todas las sociedades han prohibido históricamente comerciar con ciertos bienes precisamente por razones morales (un fenómeno que los economistas han bautizado como «mercados repugnantes»). Así ocurre hoy con el tráfico de órganos o de personas y, como recuerdan los autores en su artículo, esa fue la razón por la que la Reforma protestante se opuso al comercio de bulas papales. El mérito del estudio, sin embargo, consiste en haber llevado a cabo un experimento controlado para aislar y cuantificar los efectos del mercado en la toma de decisiones.

Los autores concluyen aclarando que su estudio no se propone cuestionar las economías de mercado como sistema económico general. Reconocen que estas presentan enormes ventajas a la hora de distribuir recursos de manera eficiente y recuerdan que, a lo largo de la historia, otras formas de organización económica tampoco se han mostrado necesariamente más efectivas a la hora de promover la altura moral de la población. Sin embargo, consideran que este tipo de estudios cuantitativos son necesarios para evaluar, prever y controlar las consecuencias no deseadas de las economías de mercado, así como para determinar «dónde los mercados son apropiados y dónde no lo son».