“Aquello que generó nuestra prosperidad a corto plazo la estaba destruyendo a largo”[1], diagnostican a toro pasado los expertos: y se refieren sólo a los tres lustros anteriores a la crisis que fue estallando a partir de 2007… Pero la situación es peor. Exactamente la misma pauta de insostenibilidad y externalización de daños la hallamos cuando, más allá de la tremenda burbuja inmobiliaria cebada en ese período en España, atendemos a la dimensión más básica de la economía: el metabolismo ecológico-social de nuestros países y nuestras ciudades. Pues, sin ir más lejos, ¿qué ha sido la política energética mundial durante las últimas dos generaciones, sino comprar tiempo –en perjuicio de la biosfera y de las generaciones futuras?