no alcanzamos lo imposible, pero nos sirve como linterna

para Alberto García Teresa

Conversaba con un amigo y compañero de fatigas (quiero decir, de militancias varias). Sin que ahora venga al caso de qué forma, recordé una anécdota que narraba Paco Fernández Buey en una entrevista publicada en el número 119 de mientras tanto, monográfico sobre el pensador que nos dejó en agosto de 2012. Cuando estudiaba filosofía en Barcelona, Paco tuvo que exponer ante su profesor José María Valverde el concepto de alienación. Al terminar, aquel sabio catedrático, no sin cierto retintín irónico, preguntó al Fernández Buey estudiante: “Oye, Paco, tú crees que una cosa tan gorda, tan gorda como la alienación humana ¿se puede superar con algún régimen político?” Y el futuro autor de La gran perturbación comenta: “Yo me cabreé mucho, porque veía clarísimo que sí. Pero [Valverde] tenía razón, era la pregunta del millón, claro, evidentemente algo tan serio como la alienación humana no puede superarse con ningún régimen político”.

Valverde –y el Paco Fernández Buey maduro- tienen razón: debemos desprendernos de la ilusión de una sociedad transparente, donde los vínculos sociales fuesen inmediatamente legibles para todas y todos los vinculados. Incluso si llega a existir una sociedad justa y sustentable que podamos llamar comunista, o ecosocialista, o ecofeminista, persistirán en ella conflictos, errores, sufrimientos, desamparos, tragedias y alienaciones. Pero –y en esto debo insistir ahora- ello no es razón para cejar en la lucha por hacer retroceder las alienaciones concretas que hoy nos deforman. Que la idea de sociedad desalienada sea una idea regulativa, que nos sirva para orientar nuestros esfuerzos aunque no podamos nunca realizarla de forma cabal, no disminuye un ápice su valor: al contrario. “No alcanzamos lo imposible”, decía René Char, “pero nos sirve de linterna”. Quizá los empeños humanos más importantes son precisamente empeños imposibles. No podemos amar al extraño, no podemos educar para la autonomía al infante, no podemos ser de verdad libres: pero en ese empeño se cifra la dignidad humana. Más de una vez he encarecido la importancia de esa categoría crucial: lo necesario imposible.

En qué consiste ser moral, me preguntan de vez en cuando. Básicamente: en tratar de no ser un tipo demasiado indigno.

Aunque para ello haya que aspirar a lo imposible.