no hay otra riqueza que la vida

La condena de Casandra: haber podido prever el mal que venía, y ser incapaz de evitarlo.

 

¿Cómo hace Casandra para evitar convertirse en una vieja desesperada, amargada y regañona? ¿Para seguir luchando y amando y disfrutando de la vida?

 

El filósofo, dice Paltón, es synoptikós: el que trata de lograr una visión de conjunto. Tal esfuerzo se convierte en fuente de desaliento cuando el proceso de conjunto es un desastre de alcance planetario, quizá ya irremediable –y tal es la situación en que nos encontramos ahora.

 

¿Dónde están las conservas de piedad? Salada piedad para contrarrestar tanta rabia; para no convertirnos en amargados redrojos.

 

“No hay otra riqueza que la vida”, insistía John Ruskin en 1862. En nuestra tanática sociedad de la mercancía, no dejemos de repetirlo.