no la dominación sino el disfrute de la vida

Alexander von Humboldt (1769-1859) es uno de los precursores (o quizá habría que decir más bien uno de los fundadores) de la ecología, las “ciencias de la Tierra) y los esfuerzos por comprender las totalidades que en la segunda mitad del siglo XX desembocarán en la teoría de sistemas y los enfoques de la complejidad. Para el gran investigador alemán, el objeto del conocimiento de la verdad debería ser “no el poder sino el disfrute de la vida”. Sus esfuerzos científicos se dirigían a “despertar un conocimiento de todas las cosas dignas de amor”. En su magna obra Cosmos (que comenzó a publicar en 1845) trataba de explicar cómo en la naturaleza cada cosa estaba conectada con todas las demás, cómo todas las fuerzas de la naturaleza se hallaban en mutua dependencia. Valoraba como el núcleo del progreso histórico “el concepto de humanización, la tendencia a echar abajo las barreras del prejuicio y la religión y la creencia en que la humanidad es una gran comunidad capaz de desarrollar sus posibilidades inherentes”. Theodore Zeldin, que recoge estas palabras de Humboldt, comenta con acierto: “Fue también prisionero de la tela de araña [ideológica] de su época, un optimismo ingenuo, y no logró ver que la historia podía ir tanto hacia atrás como hacia adelante, pero si liberamos su pensamiento de esa ingenuidad, aparece como algo fundamental y poderoso.”[1]

Hegel y Schelling consideraron la experimentación científica como un acto de violencia contra la naturaleza (punto de vista que retoman, en el siglo XX, Adorno y Horkheimer); la alternativa es la praxis de Alexander von Humboldt, quien encarnó como nadie la idea de una ciencia concebida como interminable diálogo con la naturaleza, ciencia orientada no por la dominación sino por la aspiración al disfrute de la vida. No en balde suele verse en él la síntesis lograda entre Ilustración y Romanticismo.[2] ¿Por qué tendríamos que escoger entre Newton y Goethe si tenemos a Alexander von Humboldt?



[1] Thedore Zeldin, Historia íntima de la humanidad, Plataforma Editorial, Barcelona 2014 (el original en inglés es de 1996), p. 221.

[2]Así lo interpreta Bartolomé Valle Buenestado en su introducción a la reproducción facsímil de los dos primeros volúmenes de Cosmos, a partir de la edición española de 1851-52 (Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba 2005).