Es una crisis cultural profunda, y más allá de eso: es una crisis de civilización. En tal situación procuramos divisar vías de avance, criticamos y proponemos, hacemos nuestro trabajo teórico. Pero hay que tener claro lo siguiente: una “transvaloración de los valores”, o una nueva civilización, no se construye desde la nada; no surge –como Palas Atenea de la cabeza de Zeus— armada y dispuesta de la testa de alguien, lista para ser puesta en práctica. No hay cambio civilizatorio prêt-à-porter: mantengamos siempre esta actitud de humildad teórica cuando criticamos, analizamos y proponemos.