Un estudio sobre seguridad nuclear dirigido por Jos Lelieveld, director del Instituto Max Planck de Química (Alemania), ofrece nuevas e inquietantes estimaciones sobre la probabilidad de que sucedan accidentes nucleares graves. Un accidente nuclear catastrófico como los de Fukushima o Chernóbil (con fusión del núcleo del reactor) puede producirse en algún lugar del mundo una vez cada diez- veinte años, lo que significa una probabilidad doscientas veces superior a las estimaciones realizadas en Estados Unidos en 1990 (por la Comisión de Autorización de Instalaciones Nucleares). Estos nuevos cálculos –que apuntan a un accidente catastrófico cada 3.635 años/ reactor– están hechos partiendo del número de reactores nucleares para usos civiles en operación (440), aunque los científicos advierten que otros 60 están en construcción, lo cual incrementará aún más el riesgo de accidente.[1]
Vale aquí la pena hacer memoria. Las estimaciones de la industria nuclear en su “fase ascendente” sobre la seguridad de los reactores nucleares, antes de los accidentes de Three Mile Island (1979) y Chernobil (1986), eran extraordinariamente optimistas. Una de las más publicitadas, la derivada del famoso “informe Rasmussen” de 1974, aseguraba que la probabilidad de un accidente nuclear grave era solamente de uno por millón (un accidente importante por cada millón de años/ reactor) si morían 70 personas, y para accidentes aún más graves (2.700 muertos) uno por mil millones. En fin, algo casi despreciable…
Después de Chernobil, la Agencia Internacional de la Energía Atómica ha evaluó la probabilidad de accidentes importantes en uno cada mil años/ reactor. Vale decir, el riesgo estimado era un millón de veces mayor que en el “informe Rasmussen”. Incluso con la cifra de Jos Lelieveld en el informe del Inst. Max Planck (un accidente catastrófico cada 3.635 años/ reactor), nos introducimos en un mundo de riesgos nucleares inaceptables…
A menudo escuchamos la perogrullada de que “el riesgo cero no existe” para tratar de hacer aceptable lo inaceptable. Claro que no existe el riesgo cero: pero ¿eso supone una patente de corso para seguir aprendiendo a base de catástrofes, o ni siquiera a base de catástrofes? ¿Vamos a asumir un accidente tipo Chernobil o Fukushima, cada diez o veinte años aproximadamente, en algún lugar del mundo –y teniendo en cuenta la concentración de plantas nucleares en Francia, eso quiere decir: con alta probabilidad, en algún lugar del mundo muy cercano a España, si no en la misma España?
Como escribió en su día Mary Douglas, “sin un modo intelectualmente respetable de discutir sobre la justicia no hay manera de discutir la aceptabilidad del riesgo, ya que la mayoría de las cuestiones políticas relacionadas con el riesgo suscitan graves problemas de justicia.” [2] ¿Quién decide lo que es un riesgo aceptable para qué grupos sociales? ¿Para las generaciones futuras? ¿Para los animales no humanos?
El dilema de las tecnologías de alto riesgo es que mayor seguridad implica más costes (en el caso de las centrales nucleares: más construcciones de protección, sistemas de seguridad duplicados, mejor formación y supervisión de los operarios, programas de protección frente a atentados terroristas…); pero en tal caso la rentabilidad de las instalaciones disminuye drásticamente. Y para preservar los beneficios crematísticos se tiende a rebajar las exigencias de seguridad.
[1] Jos Lelieveld, Daniel Kunkel y Mark G. Lawrence: “Global risk of radioactive fallout after nuclear reactor accidents”. Atmospheric Chemistry and Physics 12, p. 4245-4258, 2012. Puede verse una síntesis –en alemán— en la web del Instituto Max Planck: http://www.mpic.de/Der-nukleare-GAU-ist-wahrscheinlicher-als-gedacht.34298.0.html
[2] Mary Douglas: La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales, Paidos, Barcelona 1996, p. 34.