Entre los “ritos” de los krauso-institucionistas que recoge María Zambrano: “las excursiones a la sierra del Guadarrama, que vino a cobrar una cierta significación de un lugar sagrado, fuente de energías, de salud, cuyo aire oscuro, su nieve, los pinos y las peladas peñas diseñaban la imagen de una cierta vida: pobre, diáfana, alegre…”[1]