“Hace falta crecimiento económico”, nos dicen sin cesar, aunque sepamos que ello destruye el mundo. ¿Cómo se explica tamaña irracionalidad? Hace falta crecimiento económico no para satisfacer necesidades humanas, no para vivir bien, sino para mantener el poder –aunque sea unos años más, unas horas más–, mantener el dominio del fuerte sobrer el débil y procurar acrecentarlo. Vladímr Mau, economista asesor del Kremlin, rector de la Academia Presidencial Rusa de Economía y Administración Pública: “Pensar que la URSS podría haber sobrevivido es un error fatal, porque no tenía mecanismos de crecimiento” (entrevista en El País, 22 de noviembre de 2011). No crecer es un error fatal si uno se halla inmerso en una lucha competitiva por la supremacía.
La bicicleta es una máquina que nos remite a una sociedad industrial sostenible –y justa–; el coche eléctrico no lo hace (es imposible pensar en una sociedad mundial de 7.000 ó 9.000 millones de seres humanos con movilidad motorizada individual, no hay para ello en el planeta suficientes recursos ni capacidad de absorber desechos). Hay que recordar aquellos estudios de los años noventa –del Instituto Wuppertal por ejemplo— que estimaban necesaria una reducción del 90% (¡nueves décimas partes!) en el uso de energía y materiales que hacemos los ricos de este mundo, el Norte global, si es que ha de materializarse una sociedad justa y sostenible.