“Tras un conflicto la sociedad no soporta ni a las víctimas ni a los héroes”, sentencia Imanol Zubero (refiriéndose a El Conflicto que atormentó durante varios decenios a Euskadi). Y a nosotros nos toca recordarle a esa sociedad con tal deseo de amnesia (humano deseo, demasiado humano): 1) que no hay sociedad sin conflicto; pensar que llegaremos a El Posconflicto con mayúsculas es engañarnos. 2) Que además de los héroes están las heroínas –quizá menos visibles en el enfrentamiento abierto y más decisivas en el día a día. 3) Que la única forma de contribuir a evitar, o al menos paliar, los desastres históricos que generan víctimas y héroes es la obstinación en la memoria. De manera que a esa sociedad que desea olvidar y descansar y “pasar página” hay que decirle, amable pero firmemente: ojalá pudiéramos recostarnos de esa forma, pero no debemos, nos toca seguir caminando nuestra marcha de Sísifo…[1]
[1] Sobre este asunto ha reflexionado con agudeza Simon Critchley: “Lo peculiar de los seres humanos es su tendencia a olvidar. (…) Yo entiendo que mi labor –la de los académicos e intelectuales– es principalmente histórica. Tenemos que recordar esta historia de violencia, guerra y conflicto; esta historia que olvidamos constantemente. La reacción de Francia a los ataques en París es un ejemplo. El lenguaje que usan, ‘destruir el Estado Islámico’ y responder ‘sin misericordia’, está lleno de amnesia. La historia y el arte pueden ayudarnos a evitar, aunque sea momentáneamente, caer en esta amnesia. Los seres humanos tienden a olvidar, sus líderes siguen diciendo cosas más bien estúpidas, y el ciclo de violencia continúa. Olvidamos el pasado y nos enfocamos en el futuro. Nos imaginamos el futuro como algo que podemos arreglar si damos con la solución correcta, o bien, a través de la violencia. Y no podemos.
La melancólica lección de la historia es que una vez que nos damos cuenta de nuestra propia implicación en las estructuras de violencia y control, en todas estas fuerzas que constituyen el mundo, podemos mantener una vigilancia intelectual sobre el presente, y no sucumbir ante esas fantasías del progreso. La idea más nociva para mí es la idea del progreso humano, la idea de un movimiento continuo hacia un futuro siempre más luminoso o siempre más oscuro. Ambas posibilidades deben ser rechazadas. No debemos pensar en el futuro: debemos cultivar una memoria histórica más radical, una vigilancia histórica, y a partir de eso orientarnos hacia el presente de una forma distinta. La idea del futuro causa, de alguna manera, la falta de memoria. El cambio climático es un buen ejemplo de eso.” Simon Critchley entrevistado por Emilio Rivaud Delgado, “La atracción casi pornográfica del Apocalipsis”, Letras Libres, enero de 2016.