«Las iniciativas destinadas a vincularlo todo, personas y objetos, en un mismo Internet de las Cosas («La próxima frontera para el “Internet de las Cosas”: los bebés», se lee en un reciente titular de la página web económica CNBC) solo podrá significar que los espacios de imperfección que temporalmente nos permitían relegar el triunfo de la lógica mercantil en todos los ámbitos de la vida social irán menguando todavía más. Y si la conectividad permanente es esencial para que esa lógica ejerza el control de nuestra vida, la única autonomía por la que, tanto a los individuos como a las instituciones, les merecerá la pena luchar será la que florezca en la opacidad, la ignorancia y la desconexión. El derecho a conectarse es importante, pero también el derecho a desconectarse…»
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