Un lector de El País Semanal alienta desde Cartagena las misiones espaciales a Marte, razonando de la siguiente guisa: “Ante un futuro incierto, con la amenaza más o menos lejana –y siempre que la humanidad no se extinga– de que nuestro planeta acabe siendo inhabitable, lo primero que nos reprocharán las generaciones venideras es no haber hecho todo lo posible para buscar un plan B fuera de nuestra maltrecha Tierra”[1].
Ay, amigos y amigas: qué enloquecido wishful thinking… A estos soñadores les hace más fácil colonizar Marte que aumentar la fiscalidad sobre los ricos. Pero la realidad, claro está, es exactamente la contraria (¡lo cual no implica que contrarrestar la regresividad fiscal sea fácil después de treinta años de retroceso frente a la ofensiva neoliberal/ neoconservadora, o también neocaciquil, como suele puntualizar José Manuel Naredo). Necesitamos, efectivamente, un plan B: pero en la Tierra, no fuera de ella. ¿Lo llamamos ecosocialismo?