POR UNA DEFENSA (AUTÉNTICAMENTE) NO OFENSIVA
Sobre el rearme y militarización que propone la UE
El punto de partida para cualquier reflexión sobre este asunto debería ser algo así: si los medios destruyen los fines, urge buscar otros medios. Una sedicente defensa que degrada (o directamente destruye) los bienes y valores que supuestamente se trata de defender es un contrasentido estratégico. Y eso es precisamente lo que sucede con el rearme europeo que ahora se está propugnando: los valores de paz, bienestar social, protección ecológica, etc (en fin, lo que se supone son los “valores europeos”) resultan frontalmente contrariados por el rearme y la militarización social. Josep Ramoneda, que no es ningún extremista, califica como nihilismo semejante deriva.[1]
El País editorializa contra “las izquierdas no socialdemócratas”, considerando que su “discurso pacifista y anti-OTAN” está “desconectado de la realidad contemporánea o es deudor de un mundo que ha dejado de existir”. Y acusa al (por desgracia débil) pacifismo español de “seguir predicando el desarme unilateral frente al imperialismo”…[2]
Pero no es el “desarme unilateral frente al imperialismo” lo que defiende el antimilitarismo. El Centre Delàs ha promovido un manifiesto que, junto con muchos miles de personas y más de ochocientas organizaciones, yo también he firmado: “No nos resignamos al rearme y a la guerra en Europa”.[3] Léase ese texto con atención: no se encontrará por ninguna parte ese atolondrado “desarme unilateral frente al imperialismo” contra el que arremete El País.
Sería el momento de recuperar propuestas de defensa no ofensiva. A comienzos de los años ochenta del siglo XX, diversos analistas en la Europa occidental de aquella última fase de la Guerra Fría señalaron que la estrategia de disuasión nuclear entonces en vigor era del todo irracional: las respuestas militares programadas en ella conducirían a la destrucción de lo que se supone que se defiende (los medios destruían los fines, también entonces). El politólogo germano-occidental Horst Afheldt (1924-2016) propuso en su libro de 1983 Defensive Verteidigung un modelo de defensa auténticamente no ofensiva, “un modelo de respuesta defensiva de segundo ataque, es decir, la renuncia a todas las armas ofensivas como tanques, bombarderos, etc., incluidas las armas nucleares tácticas (…). Además, incluye la renuncia al tipo de defensa denominada ‘frontal’, que forma parte de la estrategia de respuesta flexible, es decir, la renuncia a las formaciones frontales. En su lugar, Afheldt propone una red de unidades de tecnocomandos, como él las llama, que se extenderían por toda la República Federal Alemana (fuera de las grandes ciudades). Cada una de estas unidades de comandos (serían unos diez mil en total) tendría una base local y se encargaría de defender autónomamente su territorio con las más modernas armas defensivas de alta tecnología si algún atacante de la República Federal intentara penetrar en su territorio”.[4]
Con una estrategia de este tipo, reforzada por el compromiso de las poblaciones en la defensa de un orden socioeconómico justo,[5] ninguna invasión terrestre podría triunfar, por imperialista que fuese el país atacante. Armas antitanque, pero no tanques; sistemas antidrón, pero no drones; armas antiaéreas, pero no aviones de combate… Y construir una auténtica cultura de paz.
Existe una asimetría entre defensa y ataque, bien conocida por los tratadistas militares, donde la defensa del propio país confiere una considerable ventaja en caso de conflicto bélico frente a un invasor. Y, por otra parte, un sistema de defensa no ofensivo requiere mayor compromiso moral por parte de los defensores, pero mucho menos gasto militar. Un buen ejemplo lo proporcionan los drones-bomba conectados al piloto mediante un cable de fibra óptica (de hasta 25 km. de longitud), que según nos dicen se han convertido en “el arma de moda en 2025” y que el ejército ruso está usando de manera muy letal en Ucrania en la fase más reciente de la guerra.[6] El coste de estos drones es mucho más elevado que el de los convencionales (a control remoto): se estima en 1.500-2.000 dólares por unidad. Y ¿cómo defenderse frente a ellos? Bueno, resulta la manera más eficaz que se ha encontrado para abatir estos drones es… con viejas escopetas de caza que disparan cartuchos de postas.
Después de haber visto, con Trump y Vance y Musk, aquello en lo que EEUU se ha convertido, la defensa de Europa ¿va a consistir en comprar aún más sistemas de armamento a EEUU? ¿O en fabricar en Europa más armamento ofensivo? ¿O en militarizar nuestras sociedades difundiendo imaginarios de guerra? No, ninguna de esas tres vías podemos aceptarla. Frente a ello: autonomía europea (sin OTAN), defensa no ofensiva y cultura de paz.
Los EEUU de Trump han comenzado ya a destruir la OTAN, según observan incluso atlantistas como Xavier Vidal-Folch.[7] No es momento para apuntalar esa estructura moribunda, sino para buscar una verdadera arquitectura de paz y seguridad internacional. Como señala Pere Ortega, “España y Europa han entrado en una deriva militarista contraria al sentido común, cuando lo apropiado sería desplegar relaciones diplomáticas que condujeran a establecer políticas de distensión y de coexistencia pacífica con Rusia, con objeto de superar la grave crisis que ha ocasionado la guerra de Ucrania; y, a la vez, volver a plantear políticas de desarme —como ya se hizo tras el final de la Guerra Fría en 1991— que propiciaran una Europa unida y de seguridad compartida.”[8] Y, como expresa Miguel Urbán, “nos estamos jugando el modelo de sociedad para las próximas décadas. Porque en este mundo en llamas, el conflicto de fondo es aquel que enfrenta al capital contra la vida, los intereses privados contra los bienes comunes, las mercancías contra los derechos. En estos momentos en los que todavía pretenden utilizar su vacua propaganda verde para acometer el proyecto de remilitarización europea, no olvidemos que nunca será posible acometer una verdadera transición ecosocial sin combatir la enfermedad capitalista del militarismo”.[9]
De acuerdo, los pacifistas quizá tendremos que aprender a disparar con escopetas de postas contra máquinas aéreas letales; pero nos seguiremos negando a manejar tanques.
[1] “Un indicio inquietante del estado de Europa es que, de pronto, ha encontrado su solución mágica: el gasto militar. Y Von der Leyen se pavonea anunciando una inversión de 800.000 millones de euros en material militar, de manera que entra así directamente en la lógica de los nihilistas. Armarse hasta los dientes a lo sumo puede servir para consolidar el statu quo, hasta que alguien dé otro salto. Bien está que Europa se refuerce para defenderse, que sepan que no está dispuesta entregarse. Pero es situar el problema en la lógica de las relaciones de fuerza que los nihilistas imponen y en la que seguirán mandando. ¿A quién se compran las armas? Europa tiene que preguntarse por qué su gente gira a la extrema derecha y por qué la derecha liberal se instala en esta misma lógica. Y tiene que reflexionar sobre la impotencia de la democracia, en inquietante regresión en todo el continente. No dudo que hay que defenderse, que hay que hacer difícil la tarea de los nos amenazan, pero mal asunto si entramos en su propia lógica: la ley de la fuerza como imperativo supremo. Un principio incompatible con la democracia y las libertades básicas.” Josep Ramoneda, “Las instituciones morales europeas”, El País, 7 de marzo de 2025; https://elpais.com/opinion/2025-03-07/las-instituciones-morales-europeas.html
[2] “Las dudas de la izquierda sobre la defensa” (editorial), El País, 29 de marzo de 2025.
[3] https://centredelas.org/actualitat/impulsem-conjuntament-amb-les-principals-entitats-de-pau-de-lestat-espanyol-el-manifest-no-ens-resignem-al-rearmament-i-a-la-guerra-firmat-per-mes-de-800-organizacions-i-16-000-persones/
[4] Thomas Trempnau y Michel Vale, “Horst Afheldt’s defensive response model”, International Journal of Politics vol. 13 núm. 1/2 (primavera-verano de 1983), p. 187; https://www.jstor.org/stable/40470103?seq=1
[5] Ah, me dirán ustedes, es que no tenemos tal cosa… Bien, pues con ello queda señalado un desafío para la defensa de la UE mucho más real que la posibilidad de una invasión rusa.
[6] Cristian Segura y Lola Hierro, “Rusia revoluciona la guerra con los drones controlados con cables de fibra óptica”, El País, 30 de marzo de 2025; https://elpais.com/internacional/2025-03-30/rusia-revoluciona-la-guerra-con-los-drones-controlados-con-cables-de-fibra-optica.html . Leemos que “esta innovación impide que la conexión de los aparatos sea interrumpida por dispositivos de lo que se conoce como ‘guerra electrónica’, es decir, con señales disruptivas de radiofrecuencia. En ambos bandos, multitud de vehículos y barreras de defensa incorporan estas antenas, que emiten señales de radiofrecuencia que cortan la conexión remota entre el piloto y el dron. La fibra óptica es inmune a esto. Su funcionamiento es ingenioso y sencillo: el dron lleva incorporado un carrete con el cable, que puede ser de entre 5 a 25 kilómetros de longitud. Si durante el vuelo el cable se enreda en un obstáculo, como árboles, el vehículo continúa volando porque el carrete no deja de soltarlo, y este continúa conectado al piloto…”
[7] “La destrucción de la Alianza Atlántica ha empezado. No es aún el propósito explícito de Donald Trump. Aunque sí el corolario de su conducta. Durante dos meses se ha empeñado inequívocamente en romper con sus principios. Antes que el artículo 5 del Tratado de Washington que consagra la defensa mutua de los socios de la OTAN —versión moderna del todos para uno y uno para todos, en caso de agresión externa— figura otro básico, el 2. Reza este que las partes ‘contribuirán al desarrollo de las relaciones pacíficas y amistosas’; que ‘tratarán de eliminar cualquier conflicto en sus políticas económicas internacionales’ y que ‘estimularán la colaboración económica’ horizontal.
Eso es exactamente lo que viola el nuevo presidente de EE UU, y de modo sistemático. Los anuncios de aranceles ilegales, intempestivos y caprichosos; la retirada del Acuerdo climático de París; el perjurio sobre la armonización impositiva de un 15% mínimo a las grandes multinacionales pactado en la OCDE; el bisbiseo del boicot financiero a la Organización Mundial de Comercio (que arbitra las disputas arancelarias), y a todo el sistema multilateral erigido por los EE UU liberales junto a sus socios europeos desde 1945… Todo eso suscita, en vez de eliminar, conflictos en las ‘políticas económicas’ de los amigos, y resquebraja sus vínculos en vez de estimular su ‘colaboración económica’.
Esa blitzkrieg, otra guerra relámpago sazonada de hechos consumados, anuncios brutales, amenazas a los amigos y ordinarieces, ya rige contra sus mejores vecinos, México y Canadá. Y se injerta de guerra política, de explícito intento anexionista a países soberanos: el apoderamiento de Canadá, y de la isla danesa de Groenlandia. Por las buenas o por la (insinuada) fuerza. Es la quiebra del artículo 5 que sustenta la defensa mutua, columna vertebral de la OTAN. Ni siquiera no defender al amigo atacado. Sino propugnar su invasión.
El nuevo mandatario canadiense, Mark Carney, la ha definido sin tapujos como una ‘traición’, un plante unilateral que ha ‘acabado’ con la vieja relación entre ambos países. Y culminó esta semana en la tabernaria visita del vicepresidente Vance a su base militar en Groenlandia; ofendió a los daneses por no haber ‘mantenido el ritmo en el gasto militar’, y a los europeos porque ‘no han hecho un buen trabajo’.” Xavier Vidal-Folch, “La destrucción de la OTAN”, El País, 30 de marzo de 2025; https://elpais.com/opinion/2025-03-30/la-destruccion-de-la-otan.html
[8] Pere Ortega, “Gasto militar y belicismo en Europa y España”, mientrastanto-e, 26 de febrero de 2025; https://mientrastanto.org/243/notas/gasto-militar-y-belicismo-en-europa-y-espana/
[9] Miguel Urbán, “El imposible Pacto Verde-Militar”, Público, 29 de marzo de 2025; https://www.publico.es/opinion/columnas/imposible-pacto-verde-militar.html
Me contestó con una meditada carta Jesús Pinto, uno de nuestros jóvenes miembros de GHECO (y ya doctor desde hace algunos meses):
«(…) Te escribo porque la lectura de tu artículo no me ha dejado indiferente (como siempre, también he de decir) y, como sabes, sobre guerra y violencia he pensado un poco estos años. Sé que el artículo se produce abandonando levemente (cabría decir mejor, contemporizando), cierta ética de la convicción, pero me preocupa bastante algo de lo que en él se dice. Creo, igual que tú, que los y las pacifistas estamos en disposición de ofrecer una buena respuesta a la ñoñería belicista de El País (y voceros de la guerra afines) y creo, también, que debemos seguir produciendo una crítica útil frente a la normalización del asesinato que implica la dulcificación de la guerra (muy interesante, por cierto, para esto, el libro de Joanna Bourke, Wounding the World). Y, al mismo tiempo, desconfío que esta respuesta pase por una apuesta por armas defensivas.
En primer lugar, porque no existe tal cosa como las armas defensivas, al menos si partimos de un compartido rechazo a la interpretación neutral de la técnica. Las armas son, desgraciadamente, armas y su cometido es facilitar el emponzoñamiento (incluso cuando se disparan con sedantes sobre el último rinoceronte blanco, para tratarle una herida, siguen ese principio), aterrorizar (pienso en el uso reciente en Serbia del cañón de sonido), herir o matar. Una escopeta de postas bien puede derribar un dron en Ucrania, pero está, al mismo tiempo y en la misma época, sirviendo para poblar el vientre de un adolescente centroafricano de plomo. Un cañón antitanque detiene el avance de los vehículos acorazados terrestres, pero no deja de disparar munición perforante y detonante, con lo que puede usarse como artillería en caso de necesidad. Los antiaéreos pueden derribar aviación militar, pero también civil (y más si los lleva un sensor con Inteligencia Artificial, que no llega a discriminar del todo ni mucho mejor que un soldado). Las minas impiden el avance de la infantería mecanizada y a pie, pero se cobran centenares de vidas una vez acaban los conflictos y envenenan el suelo. En los tiempos de las ciudades sin muralla, lamentablemente, la defensa militar es lo mismo que el ataque. Creo, por eso, que tampoco deberíamos querer emplear una escopeta de postas los y las pacifistas (y tampoco es que su impacto en los ecosistemas sea menor, pues son pequeños espráis de plomo), como si fuéramos milicianos o milicianas madrileñas yendo a Andalucía en pleno agosto del 36 a enfrentar un ejército profesional.
En segundo lugar, me parece que, aunque con reservas bien fundadas, los y las pacifistas deberíamos ser, en gran medida, los defensores de ciertos principios sobre los que se quiso fundar la unión de los países europeos y, con ello, los promotores de las vías diplomáticas y de una obediencia más radical y menos sesgada a las reglas internacionales (no al falso «mundo basado en reglas» que promocionaba los intereses de la OTAN). Y pienso, y no creo que tú tampoco estés lejos de esto, que sigue existiendo el margen para dirigir las cosas por ese camino (aunque para lograrlo quizás tengamos que empujar más fuerte y con cierta urgencia las personas con estas convicciones): explorar las vías que conectan a los países que no quieren ahora la guerra, sean cuales sean sus intereses y principios. Europa no deja de ser la segunda potencia del mundo con más gasto militar (solo por detrás de Estados Unidos) y el desarme es algo que deberíamos predicar desde nuestras convicciones, pero, concediendo que quizás no sea la hora para ello, ¿por qué no nos apoyamos precisamente en ese poderío para intentar frenar con diplomacia realista la escalada?
No sé, Jorge. Las guerras modernas se libran, por lo general, con las armas de siempre (las armas del siglo XX, pero también las del X, pues pienso en los machetes en Ruanda o las escobas y palos en Ucrania) y la mayor parte de las muertes se las hacen soldados que se miran cara a cara o que atacan población civil mirándola de relativamente cerca. Creo que no deberíamos auspiciar en caso alguno discursos que nos permitan (o que permitan a otras personas) cometer esos asesinatos legales sin sentir remordimiento o reparo. No digo que el tuyo lo haga, claro, al fin y al cabo hablas de disparar a drones e intentas conjugar la vía pacifista y ecologista con cierta mirada realista a la situación, pero temo que una posición que se pueda derivar de apuestas como la de Afheldt lleve a lugares más siniestros. Y es que mucho me temo que en caso de agresión o de guerra acabaremos encontrándonos a nuestros y nuestras iguales frente a frente, en un bosque o pradera destrozada, y quizás ambos llevemos una escopeta de postas.
Seguimos hablando, de esto y de más cosas, en este presente terrible que se nos echa por todos los lados sobre las cabezas.»