Tenemos un problema sistémico de extralimitación ecológica, de hybris (que se manifiesta en ilusión de control, entre otros fenómenos) y de mal encaje de los sistemas humanos en los sistemas naturales (es lo que traté de mostrar en mi libro Biomímesis). Pensar sólo en “soluciones” tecnológicas (parciales por definición) es contraproducente: como muestra la historia de los decenios últimos (pensemos sólo en los organoclorados y la energía nuclear), la intervención sobre un problema puntual a menudo agrava otros problemas. Tiene razón la ecóloga Sandra Myrna Díaz cuando señala que “la crisis global no se produce sólo por la liberación de carbono a la atmósfera, se debe también a la pérdida de biodiversidad y los contaminantes, entre otras causas. Son síntomas de un proceso mucho más profundo. Por eso, cuando tratamos de solucionar uno de estos síntomas de forma aislada corremos el riesgo de empeorar las cosas”. A continuación, para ejemplificar, ella se refiere a la desdichada historia de los agrocombustibles… Y remata: “De lejos, la manera de mantener carbono secuestrado es a través de la protección de los bosques primarios que ya están ahí o a través de su restauración”.[1]
Nunca lo repetiremos lo suficiente: lo que haría falta es una contracción económica de emergencia, sustanciada en salida rápida e igualitaria del capitalismo, acompañada de una renaturalización masiva del planeta Tierra.
[1] Sandra Myrna Díaz: “No hay un futuro que valga la pena sin la naturaleza” (entrevista con ocasión de la concesión del premio Princesa de Asturias), El Cultural, 11 de octubre de 2019.