¿qué está pasando en serbia?

¿Qué está pasando en Serbia, con un potente movimiento estudiantil que ensaya nuevas formas de movilización y aspira a cambios revolucionarios? Cuesta encontrar información en nuestra apática Europa occidental. Cathérine Samary cuenta el suceso detonante, el derrumbe de una marquesina ferroviaria. Inaugurada en 1964 en la antigua Yugoslavia socialista, la estación de Novi Sad apenas había sido objeto de mantenimiento tras el colapso del régimen y la disolución de la Federación, al comienzo de la década de 1990. El tráfico ferroviario había caído en picado. En 2022 se remozó la estación con ocasión de la elección de Novi Sad como capital europea de la cultura. El presidente serbio, Aleksandar Vučić, acudió entonces, en compañía de su amigo húngaro, el primer ministro Viktor Orbán, para inaugurar la nueva línea de alta velocidad que comunica con Belgrado. La renovación de la estación continuó en 2023 y 2024 hasta su reapertura el pasado 5 de julio. Menos de cuatro meses más tarde, el 1 de noviembre, la marquesina se desplomó acabando allí mismo con la vida de 14 personas, más una que murió posteriormente en el hospital.[1]

Este suceso, que conmocionó al país, ha desencadenado una serie de protestas. Ivana Palibrk explica que, en un gesto simbólico, los estudiantes de las principales universidades serbias, respaldados por profesores y otros ciudadanos, realizaron cortes de calles con 15 minutos de silencio en memoria de las 15 víctimas del derrumbe. En lugar de atender las demandas ciudadanas, los representantes del Gobierno incitaron indirectamente a la violencia, a los atropellos con coches y a las agresiones contra los manifestantes. A partir de entonces las reacciones del Gobierno han oscilado entre la esperanza de que las festividades de fin de año disiparan las protestas, las promesas de mejoras económicas para los jóvenes, las amenazas veladas y un confuso llamado al diálogo con estudiantes y profesores, acompañado de presiones y represalias.

“Las demandas de los estudiantes, formuladas desde el inicio de las protestas, son claras y precisas. Se resumen en cuatro exigencias: la publicación de toda la documentación sobre la reconstrucción de la estación de trenes de Novi Sad, la retirada de los cargos contra los estudiantes detenidos en las protestas, el procesamiento judicial contra los agresores de estudiantes y profesores, y un aumento del 20% en la asignación del presupuesto estatal de Serbia para la educación pública superior.

Los estudiantes han enfatizado una distinción clave en su lucha: el presidente de Serbia no es la institución a la que se dirigen con sus demandas, dado que, según ellos, sus competencias constitucionales no le permiten tomar decisiones clave sobre el rumbo de las protestas y el futuro de los que se oponen o las apoyan. En cambio, exigen respuestas de las instituciones correspondientes, buscando restaurar la confianza en el sistema, en el estado de derecho y en la legalidad.

Sin líderes visibles, sin permitir la instrumentalización política de su movimiento y pese a los intentos de desacreditarlos con acusaciones de traición y de manipulación y financiación extranjera, los estudiantes han mantenido una protesta pacífica y organizada sin precedentes. Con un uso ingenioso de las redes sociales y con reuniones plenarias donde todas las decisiones importantes se toman por mayoría simple, han logrado articular una movilización ejemplar. La generación Z en Serbia, parte de una mal llamada ‘generación perdida’ global, está marcando un rumbo hacia el futuro muy prometedor. Con una retórica impecable, criados entre las fake news y sabiendo leer críticamente el mundo que les rodea, combinan sus conocimientos de la historia con una atenta lectura de su época mediante el uso de símbolos culturales serbios y europeos para recuperar la esperanza y la confianza de la ciudadanía.”[2]

En cuanto a las formas de movilización, Marta Peirano, en diálogo con Vladan Joler, explica novedades de mucho interés. “A diferencia de la Primavera Árabe y otros movimientos similares, como el 15M, hay un extraño vacío informativo. Ni siquiera las redes sociales ofrecen información actualizada de lo que está sucediendo allí. ¿Hay un bloqueo del Gobierno o son los propios estudiantes los que han renunciado a las redes porque las consideran herramientas de opresión? Dice [Vladan Joler] que está pasando algo mucho más raro: los activistas han cambiado de actitud con respecto a los medios. No los odian ni los temen. Sencillamente, les dan igual. ‘El Gobierno en Serbia hizo todo para controlar la televisión, los periódicos. Dijeron que esa era la principal batalla mediática y, en los últimos 12 años, han implementado muchas técnicas diferentes para reaccionar e intervenir en la esfera de internet’, explica. ‘Por ejemplo, cada vez que escribes algo, tienen personas obviamente pagadas, haciendo comentarios de supuesta lucha contra el discurso de odio. Ha sido así durante tanto tiempo que la gente ya no les presta atención’.

También se están comunicando de otra manera. ‘Yo ya no consumo información de los medios tradicionales. Sigo involucrado en el espacio de la información, pero ya no es ni a través de los medios, ni de Instagram, ni de Twitter. Hemos empezado a conectarnos de manera más organizada entre pares, evitando el algoritmo’. Los estudiantes se comunican sólo en persona y a través de estos grupos, principalmente en Viber y Signal, la clase de aplicaciones de mensajería encriptadas que favorece Edward Snowden. ‘Tienes asambleas con cientos de profesores, pero nadie se da cuenta de que la organización de un grupo en Signal es un acto político’. La criptografía ha llegado al mainstream.

También han cambiado los followers y los likes por la acumulación de cuerpos: en marchas, en asambleas, en universidades. El efecto es muy distinto. Joler cuenta que la primera protesta fue una explosión de dolor emocional que se transformó en rabia. Los estudiantes gritaron, pintaron de rojo un edificio. Después convocaron 15 minutos de silencio. ‘Este tipo de proceso meditativo común transformó esta ira en algo más importante’. John Berger dijo que la función de la protesta no es cambiar al tirano sino a los manifestantes. Joler cree que la tristeza compartida en silencio fue un evento catártico que cambió la naturaleza del colectivo. Estar juntos en la pena trajo algo parecido a la felicidad.

Y los cuidados. Han constituido una brigada de profesores para garantizar la seguridad de los estudiantes, que también tienen su propia seguridad. ‘Nadie sabe nada sobre seguridad pero, después de tres meses, saben cómo moverse por la calle, cómo protegerse de los golpes’. Han establecido patrullas de protección en las que hay círculos que protegen a otros círculos. No sólo de la violencia física; también están tratando de proteger el silencio. Tienen protocolos para resguardarse de las campañas de propaganda externas. No quieren proyectarse hacia fuera, quieren proteger este nuevo vínculo por encima de todo lo demás.

No tienen una ideología concreta. ‘Las asambleas estudiantiles están tratando de protegerse de cualquier tipo de influencia política’, dice Joler, ‘incluso de las onegés. El movimiento es altamente político, en el sentido de que quieren acabar con este Gobierno corrupto, pero están protegiendo este tipo de espacio no-político. Es realmente raro. Nadie sabe cómo terminará. Es como una especie de sociedad post-post… política’.”[3]

Se están produciendo cambios. A finales de enero, “el movimiento cosechó varias victorias. Tras una larga conversación con el presidente, y cuando miles de estudiantes bloqueaban un importante nudo viario de Belgrado, el primer ministro Miloš Vučević anunció que dimitía para ‘evitar nuevas complicaciones y no agravar más las tensiones en la sociedad’. Trece estudiantes y docentes detenidos durante las manifestaciones han sido indultados y se han publicado numerosos documentos sobre la renovación de la estación de Novi Sad. Y el régimen ha prometido ‘conceder créditos favorables para la compra de apartamentos por la gente joven’, intentando calmarles… Sin embargo, estas victorias del movimiento no han hecho más que estimular la amplitud de las movilizaciones del 2 de febrero hacia Novi Sad. Los y las manifestantes exigen en particular la publicación de todos los documentos, incluidos los contratos suscritos con una empresa china. ‘Todos estamos bajo una marquesina’, ‘Queremos justicia, no propinas”, rezaban las pancartas de un movimiento que marcará la vida política del país.”[4]

Impresiona la fuerza de los movimientos de estudiantes (y profesores/as) cuando se activan de verdad…

 

[1] Samary, “Primeras victorias del movimiento estudiantil”, Viento Sur, 9 de febrero de 2025; https://vientosur.info/primeras-victorias-del-movimiento-estudiantil/

[2] Ivana Palibrk, “Bajo el techo que se desmorona: revolución en Serbia”, El Mundo, 11 de febrero de 2025; https://www.elmundo.es/opinion/2025/02/11/67a9e379fc6c83c0538b45a3.html . Sigue la autora:

“El impacto de las protestas ha sido notable: los estudiantes han bloqueado durante 24 horas una de las intersecciones más transitadas de Belgrado, han marchado casi 70 kilómetros a pie hasta Novi Sad en apoyo a las concentraciones en los tres principales puentes de la ciudad y el 24 de enero organizaron un paro laboral sin precedentes. El respaldo a su causa sigue creciendo: los agricultores han protegido a los manifestantes con sus tractores, el Colegio de Abogados de Serbia ha ofrecido asistencia legal a los estudiantes perseguidos y una gran parte de teatros han suspendido sus obras. El 28 de enero un grupo de intelectuales, profesores y artistas serbios enviaron una carta a los principales dirigentes de la Unión Europea para trasladarles su inquietud ante la deriva antidemocrática del régimen serbio y la pasividad de la UE para defender sus valores fundamentales. Más de 60 facultades permanecen bloqueadas y se han sumado numerosos institutos. En una escena inédita, la sociedad serbia parece estar autogestionándose al margen de su gobierno.

La oposición ciudadana en Serbia ha ido creciendo durante los últimos años. Entre otros muchos ejemplos, en 2024 el país fue escenario de una fuerte resistencia contra la explotación de litio en el valle de Jadar, un proyecto liderado por la multinacional británica Rio Tinto y respaldado por el Gobierno, que prometía reducir la dependencia europea de materias primas chinas y un desarrollo económico importante del país. Sin embargo, expertos en medioambiente alertaron sobre sus consecuencias irreparables para el ecosistema y la agricultura. El proyecto sigue en pie. Mientras tanto, Vucic, aunque mantiene lazos con China y Rusia, insiste en integrarse económicamente con Europa, como también lo demuestra la reciente compra de aviones de combate Rafale a Francia en agosto del año pasado.

La revolución serbia está tocando las puertas de sus vecinos del Occidente que, según han ido denunciando diferentes medios, parecen misteriosamente alejados del asunto…”

Análisis adicional en https://www.balcanicaucaso.org/eng/Areas/Serbia/Protests-in-Serbia-the-energy-of-youth-236042 ; https://www.counterfire.org/article/you-have-blood-on-your-hands-understanding-the-clash-between-serbias-youth-and-the-state/

[3] Marta Peirano, “De Gutenberg a Elon Musk: historia, poder y tecnología”, Babelia, 8 de febrero de 2025; https://elpais.com/babelia/2025-02-08/de-gutenberg-a-elon-musk-historia-poder-y-tecnologia.html . Sigue así el texto:

“Esta revolución ha sido una sorpresa. ‘Fue completamente inesperado, y con esos estudiantes”, dice riendo. ‘Todos pensábamos que esta era, literalmente, una generación con el cerebro podrido, en un sentido completamente apolítico, y de repente se transformó en la forma más política posible. Al final, la conexión humana es impredecible, incluso en un contexto completamente absurdo’. ¿Significa esto que la apatía con la que hemos recibido los últimos acontecimientos políticos podría ser temporal, o esconder movimientos subterráneos más profundos? ‘El futuro es completamente desconocido’, dice, ‘pero también es raro, y bonito, y extraño, y aterrador, y todo al mismo tiempo’. Es una conclusión inusual para alguien que lleva décadas investigando las formas de opresión que nos han conducido a este momento. Si Serbia puede cambiar el curso de la historia, cualquier cosa puede pasar…”

[4] Samary, op. cit.