En 1979 yo tenía 17 años, y aún no había oído hablar del “efecto invernadero”. Se estima que el hielo ártico –por entonces a punto de iniciar su rápido declive— ascendía entonces a16.855 kilómetroscúbicos.
En 2010-2012 esa masa de hielo apenas contaba con 3.261 km3: una tremenda caída del 80% en dos decenios[1].
Hay pocos indicadores más alarmantes acerca del brutal desequilibrio climático que hemos puesto en marcha, y cuyas consecuencias serán terribles (ecocidio más genocidio, si se quiere expresar en una fórmula sintética). Y sin embargo casi todo el mundo prefiere meter la cabeza bajo el ala, mirar hacia otro lado… Jean-Pierre Dupuy nos alerta: tenemos un grave problema psicológico con las catástrofes: éstas no son creíbles[2].
[1] Son cálculos de Andy Lee Ridout y otros autores/as en un artículo de Geophysical Research Letters de los que se hace eco Ferrán Puig Vilar en su imprescindible blog “Usted no se lo cree”, y Antonio Turiel en el suyo, igualmente valioso, The Oil Crash. Véase la entrada “La era de las consecuencias” de Turiel, publicada el 26 de febrero de 2013 (puede consultarse en http://crashoil.blogspot.com.es/2013/02/la-era-de-las-consecuencias.html ). El artículo original es Seymour W. Laxon, Katharine A. Giles, Andy L. Ridout y otros: “CryoSat-2 estimates of Arctic sea ice thickness and volume”, Geophysical Research Letters vol. 40 num. 4, 28 de febrero de 2013.
[2] Véase el ensayo de Dupuy en 2005 “Racional choice befote the Apocalypse”, disponible por ejemplo en http://www.anthropoetics.ucla.edu/ap1303/1303dupuy.htm . Desarrolla su propuesta con más detalle en un libro importante: Pour un catastrophisme éclairé, Paris, Seuil 2002.