reflexiones de agustín moreno, julio anguita y emanuel rodríguez tras el 24-M

«Es importante afrontar cuestiones más estratégicas. Por una parte, estoy con Marina Garcés en que más que una ‘Gran Victoria’, necesitamos una política paciente capaz de insistir y persistirpara no acabar generando frustración. Por otro lado, creo que es una apuesta segura regenerar desde abajo, recuperando y fortaleciendo la mejor tradición del movimiento obrero y revolucionario. Me interesa fijarme en lo mejor que tenemos: en el militante de siempre y en el joven activista. Esa es la izquierda del siglo XXI. Habrá que reutilizar su patrimonio, su memoria, su experiencia y añadir todas las nuevas aportaciones del activismo actual para que los nuevos movimientos dispongan de una buena caja de herramientas, en la que encuentren argumentos, organización, crítica y una forma fraternal de relacionarse con los demás.

Parafraseando la visión de Enzensberger sobre los militantes obreros anarquistas y revolucionarios, ellos son los únicos capaces de recuperar el pulso de la lucha y del cambio. Los que viven de su trabajo (o luchan por tenerlo) peleando siempre porque sea digno y decente. Los que presumen con orgullo de ganarse la vida por sí mismos y son expertos en su especialidad, porque defienden el trabajo bien hecho. Los que viven con modestia ignorando el fetichismo del consumo, pero que valoran la cultura como algo bueno, emancipador. Son los que tendrán que seguir difundiendo sus ideas en sus propias revistas, panfletos y redes sociales. Esas personas serenas siempre dispuestas a ayudar, los que siguen infatigables desde hace décadas y no se cansarán en el futuro. Esos revolucionarios que, aún vencidos, no pierden su integridad y que intentan no ser una secta al margen de la sociedad ni una moda intelectual. Estoy seguro de que sus ideas acabarán renaciendo, lo que no sé es bajo qué fórmulas…»

«El bipartito ha sido ligeramente arañado pero su fortaleza es evidente. El bipartito mantenedor de la actual UE, la reforma constitucional del artículo 135 de la Constitución, la política exterior, la OTAN, la filosofía económica y laboral, etc. sigue siendo el adversario a batir; aunque en determinados momentos, como el actual, nos veamos obligados a optar con todos los matices, condiciones y requisitos necesarios. Sin que nos olvidemos, sobre todo, de los electores.No estamos ante una batalla importante sino ante una escaramuza que merece un tratamiento específico y diferenciado pero siempre dentro del marco de la estrategia general -si se tiene- y sus objetivos. Quiero decir que el necesario desalojo del PP en las instituciones no puede servir de coartada para explicitar nuevas reediciones del “Juntos podemos”.

Por tanto en aquellos lugares y circunstancias en los que el PP pueda ser relevado, el discurso del “frente de la izquierda” (incluyendo en la misma al PSOE) debiera ser cambiado por el de “acuerdo antigubernamental” y, por supuesto, con los contenidos programáticos y líneas éticas que lo constituyan y justifiquen.
Plantear desde ya la formación de una unidad popular, contrapoder, mayoría o convergencia con la vista puesta solamente en las elecciones generales es de difícil encaje y viabilidad. Desde mi punto de vista el horizonte bajo el que se deben hacer propuestas, mensajes y operaciones tendentes a la unidad es el de pasado mañana, es decir, el del día D+1. Hago esta afirmación basándome en las declaraciones de dirigentes políticos que entienden la unidad como la incorporación a sus filas sin más…»

 

«La Comuna de Madrid –no hay mejor nombre para designar aquello de lo que hablamos–  se empezó a forjar a finales de los años noventa. Salió a la luz, como el topo de la historia, cuando eclosionó el movimiento global y el movimiento contra la guerra. Obtuvo su primer triunfo entre los días 11 y 13 de marzo de 2004, cobrándose la cabeza de su primer autócrata, Jose María Aznar. Y de ahí siguió su curso subterráneo con manifestaciones episódicas hasta que el 15M la desbordó en una clave insurreccional y democrática que duró varios meses en la acampada de Sol, se desparramó después en más de un centenar de asambleas de barrio y se confirmó con la ocupación de institutos, hospitales, facultades. Literalmente centenares de miles de personas se han iniciado y han  hecho política –la seria, la de verdad, la que aspira a cambiar las cosas– en los episodios inconstantes,  pero siempre sorprendentes, de la Comuna de Madrid.

La victoria de 24 de mayo en Madrid tiene pues una explicación compleja, pero es imposible si  se separa de esta historia. Por eso conviene rebatir el manual improvisado de las claves del éxito electoral con el que se nos va a aleccionar –se nos alecciona ya– acerca del voto transversal de Carmena, de Carmena como “significante vacío” o de Carmena como atractor del voto del PSOE. Sin restar la eficacia que puedan tener todas estas explicaciones, resultan insignificantes y anecdóticas cuando se comparan con los soviets de Aguirre. Basta echar un vistazo al mapa electoral: los votantes de AhoraMadrid se concentran abrumadoramente en los distritos populares (Centro, Vallecas, Arganzuela), en los mismos barrios en los que menos debiera funcionar la identificación con la imagen de una jueza amable y anciana, en los mismos lugares en los que lleva concentrándose el esfuerzo militante de asambleas ciudadanas, movimientos de  vivienda, mareas, centros sociales, etc.

Esperanza Aguirre, la última autócrata, ha sabido reconocer la monstruosidad “soviética” oculta detrás del rostro amable de Ahora Madrid. Por eso más allá de mandar a las hordas en  contra del “gobierno de la izquierda radical”, ha intuido también cuál puede ser el antídoto, la política de la representación y el compromiso institucional. Dejar que gobiernen, que asuman responsabilidades y con ello el funcionamiento normal en la administración de las cosas. Al fin y al cabo, están en minoría, ya caerán….»