La primera persona en el mundo que formuló la “regla de oro”, por lo que nos dicen las historiadoras de las religiones, fue el sabio chino Confucio (551-479 AEC). Cuando sus discípulos le preguntaron qué enseñanza podían practicar “todo el día y todos los días”, contestó: “Tal vez el dicho sobre el shu [concepto que suele traducirse por consideración]: nunca hagas a los otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti”[1]. De otro gran pensador chino seguidor de Confucio, Mencio (371-288 AEC, aproximadamente), procede una reflexión a menudo citada cuando se cavila sobre egoísmo y altruismo: si vieras a una niña en el brocal de un pozo, con grave peligro de caer dentro, no te pararías a pensar si es pariente tuya, o si podías lograr un beneficio ayudándola: sin tiempo para cálculos te lanzarías a apartarla del pozo, simplemente porque sientes la gravedad de su situación en tu propio fuero íntimo.
Sabios Chinos de la Antigüedad… De la China de hoy mismo nos llega la siguiente noticia de prensa, que hiela la sangre en las venas: “El nuevo caso de un atropello intencionado en China es todavía más espantoso. Un niño de 5 años murió hace pocos días después de ser arrollado en dos ocasiones por un camión, según informó ayer [el 25 de octubre de 2011] el diario británico Daily Mail. El incidente tuvo lugar en la provincia de Sichuan, en el oeste de China. El conductor atropelló al niño mientras el chaval iba a la escuela. Después del primer impacto, el camionero dio marcha atrás y volvió a atropellarlo para asegurarse de que estaba muerto y tratar presumiblemente de ahorrarse gastos, según explicaron varios testigos. El camionero fue detenido. Pagar una indemnización por homicidio le hubiera resultado más barato que el tratamiento hospitalario del niño, gravemente herido, ya que China no ofrece atención médica gratuita a sus 1.300 millones de ciudadanos. Es el segundo suceso de este tipo que ocurre en China en pocos días. Una niña de 2 años murió la pasada semana en un incidente similar en el sur del país. El conductor de una furgoneta la atropelló y al cabo de unos segundos dio marcha atrás para rematarla. La niña murió al cabo de unos días y el conductor está arrestado.”[2]
Dar rienda suelta a la indignación sería fácil. Dos observaciones: la primera es que las reglas de juego monstruosas producen seres humanos monstruosos (lo cual no anula la responsabilidad individual de los conductores asesinos: incluso a los monstruos debemos pedirles cuentas –sin olvidar a los monstruos en el interior de cada uno de nosotros/as). La segunda, que las monstruosas reglas del juego socioeconómico en China no nos son ajenas: la baratura de las mercancías made in China, omnipresentes en mi país como en muchos otros, es en buena medida fruto de esas monstruosas reglas de juego –de las que nosotros nos beneficiamos por varias vías. La división internacional del trabajo conecta materialmente aquellas fábricas con estos centros de consumo.
[1] Karen Armstrong, Doce pasos hacia una vida compasiva, Paidós, Barcelona 2011, p. 19.
[2] “Un camionero remata a un niño en China para ‘ahorrarse gastos’”, Público, 26 de octubre de 2011.